POR MYRELLA SAADEH
Así
comienza el cuento que vivimos día con día y año con año en Guatemala. Un país
que ama a sus niños de tal manera, que aparecen en campañas electorales, del
Gobierno, en el álbum familiar y en la publicidad de cualquier marca que promete
bienestar.
La
realidad, sin embargo, contradice nuestro discurso familiar, escolar, de
comunidad y país.
La
Oficina del Procurador de los Derechos Humanos, desde 2010 hasta abril de 2014,
reporta 14,923 denuncias recibidas por violencias contra niños y niñas.
De
estas denuncias, 6,088 son por maltrato. El 47 por ciento está situado en el
departamento de Guatemala y sólo el 21 por ciento en departamentos de mayoría
indígena. Aclaro: son denuncias, no los casos que existen en el país.
Expertos
afirman que por cada denuncia existen 10 casos que permanecen en silencio, lo
que permite inferir que hay cerca de 60,000 niños maltratados durante el tiempo
mencionado.
La
misma fuente refiere 179 casos de violencia intrafamiliar en el mismo período,
83 por ciento de los cuales se ubicó en Alta Verapaz, Chimaltenango y
Escuintla.
El
Instituto Nacional de Ciencias Forenses de Guatemala (INACIF) reporta que entre
el 1 de febrero y el 13 de marzo de 2015, realizaron 164 necropsias de personas
menores de edad (de 0 a 18 años, y 4 no nacidos), 44 de mujeres, 116 de
varones y 4 con sexualidad indeterminada por razones asociadas con trauma,
heridas, asfixia, quemaduras, intoxicación y politraumatismos, lo que impone
pensar que la violencia contra niños, niñas y adolescentes los lleva a la
muerte.
¿Cómo
se puede escribir una historia de paz en Guatemala, cuando miles de niños
reciben palo cotidianamente de las personas y los contextos donde deberían
recibir amor? ¿Es posible hablar de escuelas sin violencia y sin bullying cuando los propios maestros
establecen la norma histórica de que “La letra con sangre entra”? ¿Será que la
disciplina es posible en la familia solamente con chicote o leño en las
piernas?
Según
las Naciones Unidas, el concepto de construcción de paz está íntimamente asociado
a los valores que devienen en actitudes que se oponen a actos de violencia y
que, por el contrario, impulsan el diálogo, la incidencia y la negociación para
la resolución de conflictos que amenazan con romper dicho equilibrio.
Esta
organización internacional impulsa un programa de acción que propone 8 ámbitos:
1. Promover una cultura de paz por medio de la educación. 2. El desarrollo
económico y social sostenibles. 3. El respeto de todos los derechos humanos. 4.
La participación democrática. 5. Comprensión, tolerancia y solidaridad. 6. La
paz y la seguridad internacionales. 7. Apoyar la comunicación participativa, la
libre circulación de información y conocimientos, y garantizar la igualdad
entre hombres y mujeres; y 8. La crianza con cariño.
Sobre
ésta última, hay que decir que fue otra iniciativa que la sociedad civil
guatemalteca puso a funcionar a partir de 1992, la cual busca promover entre
padres e hijos espacios para aprender nuevas formas de relacionamiento, impulsar
un mejor funcionamiento familiar, libre de violencias físicas, psicológicas y
emocionales, y superar los patrones violentos en la crianza, así como modelos
autoritarios o permisivos. El fin último sería construir otros modelos
democráticos, llenos de expresiones de cariño y elogios, como estilo de vida
personal y familiar.
Es
la sociedad civil la que ha fomentado estas estrategias a través de su accionar
institucional. Los garantes y principales responsables (el Estado) se mantienen
al margen, y por ello, en el país los resultados educativos, económicos,
políticos y sociales se estancan o retroceden.
Guatemala
se caracteriza por sucesivos gobiernos de violaciones a los derechos humanos de
las personas incluyendo a las mujeres y a la niñez. Gobiernos intolerantes y
poco solidarios en donde la participación de los chicos y las chicas está siendo
considerada como terrorismo. Es un país que persigue con más inquina a los
escolares que a los actores del crimen organizado que vienen provocando una
creciente violencia en el país.
Entonces,
¿cómo el Estado de Guatemala promueve una cultura de paz maltratando o
permitiendo la violencia contra la niñez?
Pareciera que no tuviera claro, más
allá de los discursos políticos, que es la niñez la población que con más
voluntad y esfuerzo debería proteger, porque es su obligación y porque a ello
se comprometió al ratificar la Convención sobre los Derechos del Niño (en
1990) y otros instrumentos legales internacionales y nacionales.
Porque será
únicamente cumpliendo con estos compromisos como alguna vez podrían escribir un
cuento cuya introducción sea así: “Érase un país en paz, que cuidaba y
amaba a sus hijos y a sus hijas…”.
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Myrella Saadeh LABERINTO
El nombre de
esta columna es un lugar complejo, desde donde propongo hacer un recorrido por la
situación de la niñez de Guatemala. Soy psicóloga, catedrática de la Facultad
de Humanidades de la Universidad Rafael Landívar de Guatemala e investigadora,
y soy directora de PAMI. Una organización
que promueve los derechos y la participación de la niñez y la adolescencia
desde 1989.
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Gracias por la reflexión, excelente artículo.
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