lunes, 21 de marzo de 2016

Merecemos extinguirnos

POR ANDREA TORSELLI 



¿Somos racionales? Una niña de ocho años se echa encima un bidón de gasolina, luego se prende fuego porque quiere ser fea para que así la dejen de violar. ¿Acaso la niña del napalm huyendo de la estúpida guerra de Vietnam no nos conmocionó lo suficiente?

Kim Phuc (al centro, desnuda) era una habitante de la localidad de Trang Bang, Vietnam. El 8 de junio de 1972, aviones de las fuerzas del sur (EE.UU. y Vietnam del Sur) lanzaron bombas de napalm sobre el poblado, el cual estaba ocupado por el Vietcong. El fotógrafo de la Associated Press (AP), Nick Ut, ganó un Premio Pulitzer por la imagen. Foto: Zona J

Hoy dolemos todas donde la paridad es vetada por consideraciones miserables que siguen poniendo en duda el intelecto femenino. Hoy otro hombre se convierte a una religión machista y nace una esposa sumisa. Así se perpetúan las mismas tradiciones violentas. Hoy una niña más en el área rural se casa porque la vendieron sus padres. Hoy algunas mujeres se burlan de las mujeres víctimas de Sepur Zarco porque las consideran “indias”. Hoy se pretende dormir tranquilos y a nadie le importa nada. Hoy se cierra la página web donde aparecen las noticias de muertos y víctimas de la guerra y se sintoniza las Kardashian en el televisor. Ahora, en este mismo momento, hay mujeres desapareciendo “mágicamente”, muriendo “mágicamente" porque al humano no le importa. Nada importa. 

Hoy se niega el derecho a la educación, a tener una voz, a moverse libremente, a pensar. Hoy escuché a un hombre decir que lo que necesitamos es que los militares vuelvan al poder cuando sabemos que por siglos han sido los perpetradores de los regímenes de violencia más aberrantes. Hoy ni siquiera sentirse indignado es suficiente. Hoy otra niña más, de forma voluntaria, se mueve ante los hombres para que aplaudan sus curvas. Hoy la humanidad me da asco. 

Por siglos nos han hecho esto que somos. Tenemos millones de muertos para que aumente el capital de unos cuantos. Hoy vemos la aberración con naturalidad, ni siquiera los animales se hacen lo que nosotros como humanos nos hacemos los unos a los otros. Hoy se aplauden las ganancias de las empresas que destruyen el planeta. Buena parte de la humanidad está muerta, camina hipnotizada ante los regímenes de supervivencia impuestos. Se pretende que la persona subsista como pueda por menos del salario mínimo, que es una forma de esclavitud moderna. Se transita día a día cegado entre el tráfico de la hora pico y la televisión de consumo de la noche. “Sabemos más” pero todo nos importa menos. Ahora, en este momento, un humano se come una especie en peligro de extinción con un poco de sal y sin una pizca de remordimiento. Hay, en el menú del día, decapitaciones, torturas y barbaries.

Hace un par de días, la noticia de impacto fue que un niño de cinco años había sido violado por varios presos cuando la madre lo llevó a visitar a su padre, quien es convicto por violar a sus dos hijas. Alguien explíqueme: ¿acaso el falo es el elemento más importante del hombre?, porque la utilización de su cerebro queda en tela de juicio. Esto también sucede en mi país pero es el día a día en todo el mundo, todo el tiempo, todos los años, por siglos en el transcurso de las eras y lo hemos encarado con desidia; hoy tras hoy por siempre. 

Alguien que me dé una buena razón por la que una niña de ocho años embarazada, evidentemente por violación, no puede abortar. Una sola razón. No, no la hay. Este mundo está plagado de cínicos. Que alguien me explique, con sensatez, la diferencia de dioses que hay entre esta niña de ocho años, la que se quemó para que la dejaran de violar y tus hijas, o la siguiente duquesa. ¿Acaso no todos merecen la misma dignidad? Que alguien me explique por qué la torturada, la abusada, la maltratada, la pobre, la no nacida, la presidenta, la reina de belleza, tu madre, la empleada doméstica, la cajera, la artista y todas no merecemos lo mismo… Todos merecemos lo mismo. 

Hoy absorbo el esmog correspondiente del día, veo esta humanidad transitar buscando en objetos lo vacío de sus cuerpos. Me pregunto, ¿cuánto podré quejarme? Leo en el Facebook: “Ser mujer en Guatemala es ser una sobreviviente”. Tiene razón, y me enojo por las que no sobrevivieron, y no sólo en este país sino en el mundo. Me enerva que no hayamos aprendido y me vuelvo a indignar. Por eso trato y trato de pensar en un término mayor que ´indignarse´ porque tanto dolor no me cabe en el cuerpo. Luego, sólo tengo la posibilidad de indignarme porque la humanidad no ha creado el vocablo correcto, aunque sí tanta maldad. 

Hoy sólo me queda indignarme ante la muerte de Rogelia Cruz y la de miles de mujeres que pelearon por un mundo justo. Hoy me indigno ante el hecho de que se produzca suficiente comida para la humanidad, pero esta no genere ganancias y por eso no sea repartida. Hoy me enojan los millones desperdiciados en guerras estúpidas ante la mano decrépita de un niño que lleva días sin comer; me sigue indignando que en el basurero de muchas ciudades, como en el de la zona 3 de Guatemala, hayan niños con deficiencias mentales porque comen moscas. Esto me enferma más aún. Me enrabio conmigo ante la incapacidad de cambiar algo, ante las fronteras ficticias de la geopolítica, ante la capacidad de despojo de un humano frente a otro por la violencia, ante la perpetuación de la desigualdad entre mujeres y hombres, entre etnias, entre estratos sociales, entre planteamientos políticos, ante lo que significa que haya un harapiento y un despojador. Por eso lloro, y quisiera incluir todos los vejámenes de la humanidad en este texto y no tengo las fuerzas suficientes porque son demasiadas las acciones malévolas entre humanos. 

Sin embargo, en contraposición a la inquina, el humano es tan capaz de crear lo más magno en este tiempo, de comprender cómo funciona el universo y me admiro. Aun así, por más que piense en toda la belleza que se ha creado en la historia de la humanidad, no la puedo contraponer ante las lágrimas de sangre que han sido derramadas. Alguien, quien sea, que me explique de forma coherente qué se puede hacer. ¿En dónde está el botón de reset?, ¿en dónde la historia del tiempo no tiene por qué afectarnos? Y, al final, hago, me levanto y lucho contra todo y muestro lo pequeño que somos, lo increíble que hay ante nosotros, en esta esquina y en esta otra. Me deshago de todo, por momentos, con el afán de crear algo que nos haga parar un segundo para contemplar este instante, aunque no pueda hacer nada más allá... 

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Andrea Torselli      TRAZOS DE LUZ 

Máster en Administración de Empresas con estudios en Ciencias Políticas. Fotógrafa profesional

miércoles, 16 de marzo de 2016

Aguantar/ protestar/ votar

POR MARIANO GONZÁLEZ 

O Corrupción y narcisismo (II) 



En un artículo anterior se reflexionaba sobre la relación entre política corrupta y narcisismo. Se proponía que la combinación de una práctica corrupta e impune junto a la nefasta existencia de una tradición servil frente a las figuras de autoridad (los achichincles), puede provocar una “narcisización” que termina en las delirantes actitudes y respuestas de figuras como Baldetti y Baldizón.

La denuncia de CICIG y el MP contra La Línea fue la gota que rebalsó el vaso de la indignación frente a la corrupción descarada de las figuras más destacadas del gobierno y de la oposición.

Evidentemente que hubo una serie de actores e intereses que confluyeron en lo que sucedió, incluyendo la Embajada de Estados Unidos, los empresarios y los ciudadanos de a pie que salieron indignados a las calles.

Desde una perspectiva desilusionada, en lo que ocurrió se puede argumentar que las protestas “sólo” sirvieron para botar a Otto Pérez Molina, Roxana Baldetti y sepultar las ambiciones presidenciales de Manuel Baldizón. La salida a la efervescencia fue la votación por un mal cómico que está demostrando ser un mal presidente.

Es la secuencia que estaría señalada por el título del presente artículo: aguantar/ protestar/ votar... 

Foto: Esparta de Troya, YouTube.com
Como si hubiésemos pasado de la resignación cómplice que se tiene con el régimen y el sistema (hasta el señalamiento de la CICIG y el MP, se “sabía” de una serie enorme de hechos de corrupción), pasando por una protesta ´light´ (tipo "revolución de colores" en otros países) hasta la salida de la agitación a través de un proceso eleccionario que fue legitimado, guste o no, por una mayoría significativa de la población. Todo esto con la manipulación de la Embajada de Estados Unidos y otros actores.

Describir así esta secuencia no es ingenuo. Es también real. Pero deja de lado que hay cambios en la cultura política. Sobre todo, hay un cambio subjetivo importante: la preocupación por la violencia ha perdido centralidad y se ha pasado a una mayor preocupación por la corrupción y la política. Esto es importante. 

La violencia no ha dejado de ser un problema significativo, sin embargo, desde 2009 los índices de homicidios han registrado un descenso continuado. No es que sean datos para celebrar, pero al menos, no ocurren tantos homicidios como en el tope de la curva (6500). Además, aunque siempre hay hechos como los atentados contra el bus extraurbano o la venta de comida de los días recientes que reactivan el miedo ligado a la violencia, esta se ve como otro de los problemas del país y no como “el problema”.

Para apreciar lo significativo de esto, se debe recordar que la violencia tiene efectos psicosociales importantes como la atomización y el recrudecimiento del odio (basta considerar el apoyo que suscita la pena de muerte que cada tanto se vuelve a esgrimir como bandera política). 

Por el contrario, la corrupción como preocupación tiene que ver con el interés que despierta el manejo de la vida pública del país, por cómo se realiza el trabajo de las instituciones. Es decir, frente a la respuesta individual que provoca la violencia exacerbada, la corrupción demanda una respuesta colectiva, organizada.

Esto es lo que sucedió el año pasado en la Plaza. Aunque exista manipulación, aunque no haya habido una organización y programa previos que pudieran haber orientado la protesta, se fue dejando la pasividad usual y se realizó un empeño colectivo que involucró a sectores significativos de la población.

Aunque se haya votado por el mal cómico que no tiene idea de lo que está haciendo (aunque otros a sus espaldas sí la tienen y tienen intereses definidos), se ha ido generando una preocupación más visible por cómo se desarrolla el actual gobierno...

Las exdiputadas Lucrecia de Palomo, viuda de Francisco Palomo, abogado de Ríos Montt, Alfonso Portillo y Carlos Vielman, asesinado en 2015 (centro), y Zury Ríos, hija del exdictador militar acusado y sentenciado por genocidio y crímenes contra la humanidad en 2013, entregaron la iniciativa para reactivar la pena de muerte al vicepresidente del Legislativo, Iván Arévalo. Fuente: Siglo21
La paciencia resignada de la población parece que está cambiando y transformándose por cierta preocupación sobre la cosa pública. Hay pequeñas organizaciones que se han formado y que discuten sobre los temas políticos. Los movimientos tradicionales de campesinos, indígenas y mujeres mantienen sus reclamos y su presencia en la vida política del país. Hace por lo menos una década y media que no se veía a los estudiantes universitarios participar en la vida nacional y hasta una coordinadora interuniversitaria se conformó al calor de las protestas (hecho inédito en la historia).

Indudablemente que hacen falta muchas cosas. Los distintos sectores tienen que conectar entre sí y tiene que darse mayor organización. Pero esta organización se va haciendo en la marcha.

Tras la ruptura de la herencia de lucha que se ha dado en sectores significativos (como los estudiantes y los sindicatos), la aparición de la indignación en la Plaza muestra un cambio subjetivo importante. Cómo animarlo es una de las tareas que cualquier persona y colectivo interesados en el cambio de la situación del país, tiene por delante...  

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Mariano González       DIGRESIONES 

El cartón dice "psicólogo", pero la confusión, evidentemente, es mucho más extensa...

jueves, 3 de marzo de 2016

Izquierda en Latinoamérica: una agenda pendiente (II)

POR MARCELO COLUSSI



El anterior panorama, con la caída del muro de Berlín y todas las otras caídas que eso trajo aparejadas, hizo sentir a la derecha global, siempre capitaneada por Washington, el gran vencedor de la Guerra Fría. De allí el grito triunfal de Francis Fukuyama respecto a que la historia había terminado, o la altanera afirmación de la "Dama de Hierro", Margaret Thatcher, en relación a que no hay alternativa...

Analistas como el sociólogo Edelberto Torres-Rivas creen que el Estado fuerte y liberal de Guatemala desaparece a mediados de los años ochentas del siglo xx con la reforma constitucional, y se pasa al neoliberalismo. Otros como el economista y exministro de Finanzas, Juan Alberto Fuentes Knight, opinan que con el gobierno de Arzú (1996-2000) inicia un proceso de flexibilización del gasto público en sectores como la construcción, salud y educación, y con ello el sistema de corrupción actual. Foto: Prensa Libre, archivo   
 
El golpe fue tan grande, que por un momento todo el campo popular sintió que era cierto, que “la historia estaba echada”, que “no había ninguna salida”. Pero la historia sigue y también las injusticias. Por tanto, la gente de carne y hueso, que es la que realmente hace la historia, siguió reaccionado ante las inequidades. Sin duda que la “pedagogía del terror” que se aplicó con muertos, desaparecidos, torturados y aldeas arrasadas silenció la protesta por un tiempo. La desarticulación de las demandas fue grande y al día de hoy aún se siente, lo cual no significa que terminaran las injusticias y la explotación o que los pueblos dejaran de sufrir y alzar la voz ante los atropellos.

Lentamente, reorganizándose como pudieron, los colectivos sociales siguieron adelante con sus demandas. Surgieron así, o cobraron fuerza, nuevas formas de lucha, de protesta, de confrontación al capital y a las distintas formas de explotación (luchas étnicas, reivindicaciones de género). Las izquierdas políticas, bien organizadas y con un norte claro (o aparentemente claro) de las décadas pasadas y en general en desbandada, fueron cediendo su lugar a las izquierdas sociales, a los movimientos contestatarios y antisistémicos, en muchos casos bastante espontáneos.

Las fuerzas políticas de cuño marxista que, en más de alguna ocasión veían la revolución socialista como algo cercano en la década de los 70 del pasado siglo, involucionaron. Muchos partidos comunistas se transformaron en socialdemócratas. Buena parte de la izquierda revolucionaria se convirtió en una izquierda no confrontativa con el sistema, amansándose, pasando a planteos posibilistas y electorales. Lo que algunas décadas atrás se denostaba implacablemente (la lucha electoral, por ejemplo), pasó a ser, en mucha gente de izquierda, el único camino posible. El saco y la corbata o el maquillaje y los tacones, vinieron a reemplazar la boina guerrillera. Pero no sólo en términos de indumentaria, obviamente: el retroceso se dio en ámbitos más profundos.

Si los años 80 pudieron ser llamados la “década perdida”, los 90 marcan un nuevo auge, una recomposición, un nuevo despertar de procesos populares. Ahora bien: debe quedar claro que los parámetros de las luchas de años atrás variaron sustancialmente. Para el siglo xxi, tener trabajo es ya un éxito, y dadas las condiciones generales que impuso el neoliberalismo con su hiper-explotación, la vida pasó a ser en muy buena medida y casi en exclusividad, una dura y cotidiana lucha por la pura sobrevivencia. La precarización se hizo evidente en todos los aspectos y en todos los sectores socioeconómicos. Por ahí se dijo que hoy un trabajador (obrero industrial o productor intelectual) trabaja tanto como en la Edad Media europea.

Nuevos problemas aparecieron en la escena, como la delincuencia urbana generalizada, el consumo de drogas ilegales y el narcotráfico. Esos elementos fueron marcando la dinámica actual. La lucha de clases pareció salir de escena pero obviamente ¡no salió! Ahí está, siempre presente, aunque invisibilizada a través del monumental bombardeo mediático al que se somete a la población. “Protestar” es cosa del pasado, parece ser la consigna. Eso es lo que el discurso de la derecha, omnímodo, incuestionable, intenta presentar como versión oficial de las cosas. De la mano de eso se muestra, maquilladamente, un supuesto paraíso donde los países desarrollaron su modelo neoliberal y se remite al caso de Chile como paradigma. Pero la realidad es muy otra: con la aplicación de esas recetas liberales Latinoamérica pasó a ser la región del orbe con mayor inequidad; sus diferencias entre ricos y pobres son mayores que en ninguna otra parte. Con los planes de achicamiento de los Estados y las recetas fondomonetaristas que la atravesaron estas últimas décadas, la exclusión social creció en forma agigantada: en los inicios de la década del 80 había 120 millones de pobres, pero esta cifra aumentó a más de 250 millones en los últimos 30 años y de ellos más de 100 son población en situación de miseria absoluta. 

Así como creció la pobreza, igualmente creció la acumulación de riquezas en cada vez menos manos. La deuda externa de toda la región hipoteca eternamente el desarrollo de los países y sólo algunos grupos locales (en general unidos a capitales transnacionales) son los que crecen; por el contrario, las grandes mayorías urbanas y rurales decrecen continuamente en su nivel de vida. Lo que no cesa es la transferencia de recursos hacia Estados Unidos, ya sea como pago por servicio de deuda externa o como remisión de utilidades a las casas matrices de las empresas que operan en la región. Las remesas que retornan son mínimas en relación a lo que se va. Y la cooperación internacional, con las migajas que aporta, ni por cerca puede ser una solución valedera a estos problemas tan profundos.

De este modo, el sistema tiene controlada la protesta social. Dado que la subocupación y la desocupación abierta crecieron exponencialmente, tener un puesto de trabajo es un bien codiciado que se debe cuidar como tesoro. Eso es una forma de evitar la protesta social. A lo que se suma la pedagogía del terror ya mencionada, asentada en años de violencia generalizada con Estados contrainsurgentes que violaron en forma inmisericorde los más elementales Derechos Humanos. Y si la población sigue protestando se la criminaliza, o se la reprime abiertamente.

En ese escenario de retroceso social, el grueso de las izquierdas también retrocedió. El ideario revolucionario de años atrás quedó en suspenso. Muchas de las iniciativas de izquierda “se calmaron”. Así se produjo un cambio importante en la correlación de fuerzas y en las dinámicas sociopolíticas: para el sistema capitalista dominante, para las oligarquías nacionales en cada país de Latinoamérica y para Washington (eje decisorio de lo que sucede en la región, vista siempre como su “patio trasero”), el principal enemigo son ahora los movimientos populares, lo que podríamos llamar la "izquierda social" y no tanto las izquierdas políticas (hoy, en muchos casos ocupando posiciones de gobierno, fieles pagadoras de la deuda externa y preocupadas, más que nada, por aparecer en televisión)... 


Artículo publicado en Prensa Latina y reeditado por Asuntos Inconclusos el 2/3/16 a las 9:28 horas  

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Marcelo Colussi     PLATIQUEMOS UN RATO

Argentina (1956). Estudió Psicología y Filosofía. Vivió en varios países latinoamericanos y desde hace 20 años radica en Guatemala. Investigador social, psicoanalista y además escribe relatos, con varios libros publicados. Foto: aporrea.org