En mis ojos ahora se dibuja una sonrisa que durará por
lo menos tres inviernos.
Tres inviernos con sus lluvias y sus fríos.
Tres inviernos que lloverán para besarnos; debajo del
cielo, de la noche, de tu vientre.
Has venido a encender la fogata de mi vida, tenía que
decírtelo.
Y la manera en la que siento tu calor es inexplicable,
es más que a la medida, es más que suficiente.
Porque ya no tengo que inventarte, porque ya no tengo
que buscarte, me has encontrado tras la ventana de la vida y allí estaba
escondido yo. Y allí estabas escondido vos. Escribiéndonos sin conocernos.
Mandando cartas y mensajes, sin remitentes, sin destinatarios.
Porque hoy somos dos pájaros volando libres, sin
escondernos, como gaviotas en el cielo, felices también porque ya tenemos
libros, mares y montañas con nuestros sueños dibujados.
Has venido sin avisar, te ha traído el viento (o el
tiempo) como una salida de sol, como un epítome amanecer. No sé cómo has
llegado hasta aquí, si por el norte de tu espalda o el poniente de tu pelo
alborotado.
Has venido a encender la fogata que estaba apagada, la
de mis adentros (la de mi invierno), ahora somos también un par de fueguitos
jugando en la cama sin cansarse, flameando sin miedos, ardiendo sin dudas, sin
las ganas de apagarse.
Ahora yo sólo me muero por verte bailar debajo de la
lluvia, besarte la nuca mientras sonríes de lado, dibujar tus párpados tibios
sobre la ventana y besar para siempre tus negras y mojadas pestañas.
Después de tus ojos y los míos, después de la lluvia y
el frío, de los atardeceres de septiembre, de los besos del fuego, de los ojos
del mar, ahora sí, mi amor...
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SOMOS INVIERNO
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Roque Estrada ÍGNEO
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