martes, 20 de septiembre de 2016

Interculturalidad

POR SERGIO LOBOS 



El presente ensayo aborda la problemática de la discriminación étnico-cultural tratando de localizar las consecuencias de su origen y cómo esta, desde la colonia, se ha permeado en la sociedad guatemalteca llegando a configurar toda su estructura social, política, económica y cultural, lo cual ha provocado una segregación-asimilación y una exclusión histórica de los pueblos indígenas.

Como una vía alternativa a este racismo estructural, se presenta la filosofía-práctica de la interculturalidad, una propuesta inclusiva que parte del reconocimiento y valoración de las distintas culturas. En este sentido, se analiza qué beneficios puede traer la práctica de la interculturalidad y cómo esta puede ser una respuesta efectiva y pertinente para ir superando la desigualdad e injusticia social fruto de la discriminación étnico-cultural, con el objetivo de consolidar un país plurinacional en donde todas las ciudadanas y ciudadanos por igual se sientan incluidos y valorados... 

Colores de piel, FLACSO

La apuesta por la interculturalidad para los pueblos de nuestra ABYA-YALA (término de los pueblos indígenas para referirse a la totalidad del continente) es esencial para la construcción de sociedades inclusivas que actualmente se encuentran permeadas por la discriminación étnico-cultural que, en algunos países, llega a ser de carácter estructural e impide una integración equitativa de todas las culturas, etnias, sectores, clases y poblaciones en los aspectos políticos, sociales y económicos, causando niveles insoportables de desigualdad e injusticia social.

La discriminación étnico-cultural, tal como la conocemos en la actualidad, se remonta a la época de la colonia y desde allí perdura hasta nuestros días. Se originó, en buena parte, por la supuesta “superioridad” o sentimiento de superioridad de los invasores frente a los pueblos originarios, e implantaron esta idea por la fuerza durante todo el proceso de invasión y colonia. Después fue perpetuado e institucionalizado por las diferentes oligarquías criollas y no criollas a lo largo de todo el continente. Trayendo consigo, por consecuencia, la internalización de la supuesta “inferioridad”, la cual pesa aún en nuestros pueblos

Si bien es cierto que la discriminación étnico-cultural es de matriz oligárquica, esta pasó por un proceso de expansión hacia las demás capas sociales por medio de una práctica ideológica racista construyendo y configurando el imaginario social a su semejanza y como mecanismo de legitimación, llegando a constituir parte de la cultura mestiza. 

Dado lo anterior, la discriminación étnica llega a tener connotaciones profundas a nivel ideológico y actitudinal, provocando identidades negativas, basadas en la falaz concepción dual superioridad/inferioridad.  

Es preocupante cómo algunos autodenominados o llamados “ladinos”  llegan a definir su identidad como "no-indígenas", es decir, a partir de una identidad negativa. No estoy diciendo que los ladinos y/o mestizos carezcan de identidad (no hay ser humano que no tenga identidad), sino que en una relación racista, tanto el que la origina como el que es víctima resultan afectados. En el caso guatemalteco, los pueblos indígenas son discriminados por su identidad étnico-cultural y, para algunos (muchos) ladinos y mestizos, el racismo les ha afectado a tal grado que les impide hacer una definición positiva de su identidad... 

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Es más, algunos ladinos y mestizos intentan remediar esta carencia de identidad positiva, a manera de mecanismo de defensa, reafirmando su identidad negativa por medio de la práctica constante, inconsciente o consciente del racismo. Esto es algo que se denota en las múltiples palabras, frases y expresiones de la jerga ladino-mestiza: “no seás indio”, “parecés indio”, “andás puro indio”, “tan indio que sos”, “¡qué indiada!”, “vos María”, “vos Pedro”, “estoy sudando como india”, “trabajando como indio”, “trabajando como negro”, “peinate, que parecés lacandona”, “parecés de pueblo”, etc.

El racismo o discriminación étnica [1], a lo largo de ya más de 500 años, pasó del plano ideológico a configurar toda la estructura social, económica, política, jurídica y cultural de la sociedad guatemalteca y quizás esto también se aplique para otras sociedades de nuestra ABYA-YALA. Se convirtió en un elemento estructural y fundamental sin el cual no es posible comprendernos ni explicarnos.     

No es casualidad, por tanto, que sean los pueblos indígenas (xinkas, mayas y garífunas) los más excluidos a todos los niveles de este sistema. Incluso, esta discriminación étnico-cultural está presente en toda la institucionalidad del Estado de Guatemala: en el Ejército, el sistema educativo, en la aplicación de la justicia, en las relaciones sociales y económicas, partidos políticos, iglesias, etc., y ya sea por medio de la práctica de la segregación-asimilación o por la reproducción de la ideología racista, en una dinámica de aislamiento, desprecio y humillación de los pueblos indígenas y sus modos de vida (Reno'j, 2011, pág. 12).

Wikipedia
A continuación, comparto algunos datos estadísticos que ejemplifican lo que expongo.

El 79.2% de los pueblos originarios está en condición de pobreza (ENCOVI, 2014). Si hablamos de desnutrición, el 49.3% de los niños menores de 5 años sufren de desnutrición crónica, pero entre los niños indígenas menores de 5 años, afecta a un 69.5% de los mismos (UNICEF, 2007, pág. 11).

A nivel educativo sufren también discriminación, pues la educación se recibe en idioma castellano en la mayoría de los establecimientos públicos que es donde aún, con dificultades, algunos logran acceder. Son muy pocos los establecimientos que ofrecen una educación realmente bilingüe y, en algunos, se reduce a impartir un curso del idioma materno, mientras que todas las demás clases siguen siendo en idioma castellano. Además, la Educación Bilingüe Intercultural, donde se recibe, sólo llega hasta tercer grado de primaria, luego continúa siendo monolingüe.

Es tan grave el problema de la discriminación étnico-cultural en Guatemala, que se puede decir que se adscribe a una especie de pigmentocracia en donde la clase dominante-oligárquica se cree o es blanca o de orígenes no indígenas, constituida como un círculo muy cerrado basado en el estatus y “prestigio” al cual ni siquiera algunos nuevos ricos logran entrar. Esta ejerce la discriminación étnico-cultural, pero también económica y política de arriba hacia abajo. El monopolio y ejercicio del poder económico y político, como supuesto “derecho natural” de esta clase racista, le garantiza crear, mantener, ampliar y consolidar las diferencias, reales, imaginarias y/o provocadas, biológicas e innatas, según sus prejuicios y dogmas (Reno'j, 2011, pág. 1).

Wilder López/Soy502
A su vez, las condiciones sociales que ha producido el fenómeno de la discriminación étnico-cultural, han afectado históricamente la psiquis de la población en general, constituyendo una relación dialéctica, es decir, la discriminación étnico-cultural (entendido como fenómeno ideológico) configuró lo social y lo social volvió a afectar la psiquis, cual espiral continua.  

Las implicaciones de la discriminación étnico-cultural, por su carácter sistemático, transversal y constante para las y los discriminados, son múltiples y variadas. Ha influido de forma negativa en el autoconcepto y autoestima creando sentimientos de incapacidad o, al menos, duda de la capacidad, y también provocando actitudes sumisas derivadas de la internalización de la supuesta inferioridad y la represión violenta autoritaria ante actitudes rebeldes o deseos de emancipación. A esto se le suma sentimientos de frustración e impotencia ante los deseos de cambiar sus condiciones socio-económicas y no lograrlo tras mucho esfuerzo e intentos, o bien tener que migrar para ello. También por la imposibilidad de acceder a servicios básicos dignos y la violación de sus derechos humanos, etc.

Además, ha generado sentimientos de rechazo y humillación (que en el cerebro se perciben en la misma región que se experimenta el dolor físico) por las marcadas diferencias sociales, por la condición de vivir en pobreza o pobreza extrema, porque otros consideran que ellos son inferiores por pertenecer a cierta cultura...   

Archivo/Soy502
Pero no solamente ha provocado sentimientos o aspectos negativos, pues ha hecho surgir actitudes de resistencia individuales y colectivas ante la imposición de la “cultura blanca”. Ha reforzado la toma de conciencia de identidad y los esfuerzos por cultivarla, preservarla y transmitirla a futuras generaciones. Ha, incluso, fortalecido la promoción y ejercicio de la cosmovisión xinka, garífuna y maya, es decir, el aspecto ideológico.

Es en medio de este pujante movimiento de reivindicación de los pueblos indígenas, aquí y en toda la ABYA-YALA, que surgen propuestas como la interculturalidad, el modelo del buen vivir, etc. 

La interculturalidad es un proceso de interrelación que parte de la reflexión del reconocimiento de la diversidad y del respeto a las diferencias. Son relaciones complejas, negociaciones e intercambios culturales, que buscan desarrollar una interacción social equitativa entre personas, conocimientos y prácticas diferentes, una interacción que reconoce y que parte de las desigualdades sociales, económicas, políticas y de poder.

Se consideran esenciales en las relaciones interculturales el reconocimiento mutuo, el intercambio de saberes y experiencias, y la convivencia social.

A diferencia de la pluriculturalidad, que es un hecho constatable, la interculturalidad es un proceso en construcción que es posible de alcanzar a través de prácticas y acciones sociales concretas y conscientes (SERVINDI, 2005).

La interculturalidad va mucho más allá de la coexistencia o el diálogo de culturas; es una relación sostenida entre ellas. Es una búsqueda expresa de superación de prejuicios, del racismo, de las desigualdades y las asimetrías que caracterizan al país, bajo condiciones de respeto, igualdad y desarrollo de espacios comunes.

Implica un proceso dinámico, sostenido y permanente de relación, comunicación y aprendizaje mutuo. Un esfuerzo colectivo y consciente por desarrollar las potencialidades de personas y grupos que tienen diferencias culturales, sobre una base de respeto y creatividad, más allá de actitudes individuales y colectivas que mantienen el desprecio, el etnocentrismo, la explotación económica y la desigualdad social.

La interculturalidad no es tolerarse mutuamente, sino construir puentes de relación e instituciones que garanticen la diversidad, pero también la interrelación creativa. No sólo es reconocer al "otro" sino, también, entender que la relación enriquece a todo el conglomerado social, creando un espacio no sólo de contacto sino de generación de una nueva realidad común (FENOCIN, s.f.).

Partiendo de lo anterior, la interculturalidad se vuelve una propuesta necesaria para ir erradicando la discriminación étnico-cultural, puede trazar el camino para ir resolviendo procesualmente el problema... 

#25A

La discriminación étnico-cultural, desde mi opinión, se encuentra internalizada, tanto en los que la reciben como en quienes la reproducen, aunque causando efectos diferentes en ambos, como se ha mencionado. Se necesita entonces una práctica consciente, esforzada y crítica para liberarse de la misma y, la interculturalidad, en este sentido, pasa a ser una herramienta indispensable para lograr tal cometido.

La interculturalidad tomada como una práctica consciente y consecuente que derive en una actitud individual y colectiva nos puede permitir ir creando más espacios de encuentro, ir eliminando los prejuicios y la ignorancia. Desmentir la falacia dual de la superioridad/inferioridad y trabajar por la comprensión común de que todos somos diferentes y diversos, pero iguales en dignidad y derechos.

Se hacen entonces totalmente necesarios los esfuerzos personales por adoptar la interculturalidad como modo de vida, como una contra-ideología respecto a la discriminación étnico-cultural, sin embargo, esto es una utopía si no se acuerdan y realizan acciones que cambien estructuralmente las condiciones. Aunque la interculturalidad sea por ahora una filosofía, se puede volver el modelo de convivencia armónica y desarrollo sostenible e inclusivo en un país, si se plasma en la Constitución y las leyes.

De ahí que, en Guatemala, sería necesaria una Asamblea Nacional Constituyente proporcionalmente representativa de todos los sectores, culturas y etnias, que consolide la interculturalidad como una meta y esfuerzo de país. Una nueva Constitución que afirme nuestro carácter plurinacional: reconociendo efectivamente que somos multilingües y pluriculturales, acompañado de una reforma educativa que propicie la educación intercultural, es decir, una educación para la convivencia mutua, para el enriquecimiento a partir de la diversidad, para enorgullecerse de la variedad que existe a lo interno de Guatemala y de las potencialidades que tiene de ofrecer al exterior. Se trata, en un último término, de una educación para la paz (Revista Baqtun, s.f.).

Asimismo, se tendría que perseguir y juzgar con mayor eficiencia el delito de la discriminación de todo tipo y, por supuesto, la étnico-cultural. Esto con el fin de que quede claro que ya no es lícita la práctica de la discriminación. Lo anterior posibilitaría en definitiva un proceso hacia la superación de la desigualdad e injusticia social, fruto del racismo estructural. También ayudaría a ir sanando las heridas individuales y colectivas por tantos siglos de discriminación étnico-cultural, por la aún muy reciente guerra interna y el genocidio perpetrado. Permitiría de manera procesal, crear sentimientos positivos de autoconcepto y autoestima.

De esta manera, podríamos ir superando los sentimientos de humillación y rechazo a partir del conocimiento y reconocimiento mutuo, dejando así de lado la creencia que unos son superiores y otros inferiores. Los pueblos indígenas empezarían a ya no sentirse humillados por su identidad cultural y los mestizos comenzarían la construcción de una identidad positiva.

La actitud de los guatemaltecos, gracias a la educación en sentido amplio, sería la del respeto y valoración de cada cultura y etnia de nuestro país, un país que tiene que ser de todas y todos. Liberados de la ideología falaz y dañina del racismo, nuestra ideología común sería entonces la interculturalidad... 

Referencias:



ENCOVI. (2014). Encuesta Nacional de Condiciones de Vida. Instituto Nacional de Estadística, Guatemala. Recuperado el 14 de septiembre de 2016, de https://www.ine.gob.gt/sistema/uploads/2015/12/11/vjNVdb4IZswOj0ZtuivPIcaAXet8LZqZ.pdf
FENOCIN. (s.f.). FENOCIN. Recuperado el 14 de septiembre de 2016, de http://www.fenocin.org/interculturalidad/
Reno'j. (2011). Guía Conceptual sobre la Discriminación y el Racismo Político. Ciudad de Guatemala, Guatemala: Observatorio Indígena Nacional.
Revista Baqtun. (s.f.). Revista B'AQTUN. Recuperado el 14 de septimebre de 2016, de http://baqtun.naleb.gt/index.php/editorial-baqtun4
SERVINDI. (2005). servindi.org. Recuperado el 14 de septiembre de 2016, de http://servindi.org/pdf/manual2.pdf
UNICEF. (2007). cunori.edu.gt. Recuperado el 14 de septiembre de 2016, de http://cunori.edu.gt/descargas/DESNUTRICION_CRONICA_EL_ENEMIGO_SILENCIOSO.pdf


[1] Como prefiero llamar a este fenómeno, pues considero que el término ´racismo´ denota la existencia de “razas humanas”, cuando a mi entendimiento y criterio existe una sola raza humana. 

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Soy un cuasi sociólogo, crítico del actual sistema inviable, intolerante ante las injusticias, defensor de la dignidad, curioso por naturaleza y con una esperanza empedernida en la Humanidad

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