miércoles, 1 de julio de 2015

Los hilos del tejido social



POR ALVARO ARMAS




Desde 2008 se empezaron a presenciar diversas movilizaciones en distintas partes del mundo, todas ellas con características comunes. 

Las movilizaciones en España, Estados Unidos y la "primavera árabe" (muy discutida) estuvieron todas enfrentadas con nepotismos capturados por el sistema neoliberal que, con todo su bagaje discursivo, ha invadido la vida actual. 

Todas ellas justamente calificadas de indignación.

Si bien la mayoría de estas movilizaciones no alcanza con sus reclamos a cuestionar el fondo del sistema neoliberal, al final el causante de los tiempos en los que estamos inmersos; sí logra criticar sus daños más visibles que se recrudecen: el debilitamiento del Estado, la corrupción, la pobreza, la migración. Daños palpables de este sistema de cosas.

Sin lugar a dudas estos movimientos ofrecen la lectura de que cierta conciencia está llegando y empieza a cuestionar cómo están gestionando los gobiernos, cómo el rebasamiento de la economía ha desplazado a la política (entendiendo esta como el arte de gobernar) y cómo la clase política a nivel global y local está llegando a niveles de cinismo incomparables.


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Esta nueva conciencia puede ayudar en cierta medida a unir los hilos del debilitado tejido social guatemalteco, históricamente lacerado. 

Laceración que generó estructuras que se han endurecido y han hecho a nuestra sociedad una de las más recalcitrantes de la región latinoamericana.
 
Lo lastimado de nuestro tejido social se evidencia en el comportamiento diario del guatemalteco, donde nos esforzamos en vernos a través del estereotipo y construimos muros y no puentes. Aunque decir que el guatemalteco es así por así es hasta determinista y no tiene en cuenta qué nos llevó a ser así. Hay que hacer un juicio crítico de la historia que ha tocado vivir y juzgar estas estructuras de diferente índole que nos oprimen. 

El proceso de invasión y colonia y el nacimiento de este Estado monocultural y racista no pudieron inaugurar un proceso de inclusión hacia un proyecto común de nación. Se excluyó desde los inicios a la gran mayoría. Los eventos posteriores contribuyeron aún más a rasgar el ya debilitado tejido social y esto se puede evidenciar en las últimas décadas con el ingreso de las tantas iglesias protestantes que crearon sus propios guetos, o como lo han hecho las oenegés. Los partidos políticos también han contribuido a este desgaste. 

En la crisis política que vive el país habrá que entender que se está luchando con poderes históricos estructurales y que lo que está haciendo la sociedad guatemalteca, teniendo como protagonista en su mayoría a la clase media, es una suerte de continuidad de la revolución del 44, que como imágenes arquetípicas dan memoria de que puede ser posible lograr lo que se reclama en las manifestaciones. Por tratarse de poderes de esa magnitud, la lucha no se torna fácil.

Sin embargo, la misma lucha está teniendo sus efectos beneficiosos para el tejido social: Una especie de resiliencia social.
  
Varias acciones ejemplifican ciertos puntos de encuentro que hay que valorar positivamente en el sentido de que han contribuido a envalentonar y darle confianza a la ciudadanía, así como también se han convertido en armas ciudadanas. Una especie de dispositivos para ir desactivando las estratagemas que el poder ha ido colocando en el camino para evitar el avance.

El dispositivo más importante es la legitimidad con que están envueltos los reclamos.

El movimiento estudiantil se ha venido revitalizando. Es histórico que algunas universidades privadas se unan al descontento. Es histórico pues no había sucedido anteriormente.

También la participación juvenil se ha tornado importante y con esto se olvida aquella frase que dice que la política es sólo para los viejos. De alguna manera esta juventud a diario escucha conceptos y los eventos que se están suscitando, y con ello va encontrando que la política no sólo se resume en las elecciones y el voto sino que va más allá. Implica la realidad compleja. Entonces sí hay implícita formación política. Esos esfuerzos hay que valorarlos pues es como dijo alguna vez Allende: “Ser joven y no ser revolucionario, es una contradicción hasta biológica...". 

9 de mayo, en el Congreso

El grupo Manos Limpias por la Justicia es otra evidencia de que algunos jueces se interesan por el rescate de un sistema de Justicia cooptado desde sus raíces, en el que la población tiene poca confianza. 

Las redes sociales han servido de plataforma para mostrar la indignación y se han mostrado efectivas para las convocatorias a las marchas. También ha tomado protagonismo el periodismo digital independiente que ha hecho frente al tradicional, a lo que Echeverría, J. llama “tecnociencia de la información y participación ciudadana". 

Se han dado en estos ya dos meses de manifestaciones formas creativas de mostrar indignación, por lo que es necesario destacar que donde nace  y se estimula la imaginación empieza la confianza.

Colectivos de arte, los encadenados, el caminante de Quetzaltenango o los músicos, de alguna manera quedarán en la memoria de lo que está sucediendo. 

Cuando las manifestaciones pacíficas no han sido suficientes ante la poca voluntad de los políticos de actuar con los reclamos, también los mecanismos de ley han aparecido: las denuncias, los antejuicios, las solicitudes al TSE para que no inscriba a políticos implicados en corrupción y el amparo presentado a la CC contra el Congreso. Una herramienta que, de ser aceptada y por sus características, pondría en jaque a la clase política de este país. 

En tiempos de crisis los actores muestran su verdadero rostro, su naturaleza. Esta coyuntura ha mostrado esos rostros, qué papel juegan y cómo se están moviendo en el tablero del ajedrez político aunque uno que otro sea ambiguo. 



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La clase media urbana, que en su mayoría es la que se manifiesta, daría un salto cualitativo en el momento en el que pueda unir esfuerzos con el área rural, con el indígena y el campesino. Pues el área rural siempre ha estado despierta y eso lo sabe la clase media. Que se oiga La Puya, a los presos políticos de Barillas, al ecocidio de La Pasión...  

Es tanto lo que hay que limpiar y tanto por reclamar ante este infame statu quo, que es un reto resumir las exigencias y hacerlas sustanciales en la realidad. 

Algo está cambiando en la conciencia ciudadana. Esto puede generar escepticismo pues para que ello pueda ser, la misma ciudadanía debería ser crítica de sí misma y asumir su papel en esto. Pero hay que tener en cuenta que, de alguna manera, esto es histórico y se debe apoyar, aunque no sea todas las dimensiones deseadas para lograr un cambio estructural local, ni mucho menos se trata de un enfrentamiento con el sistema global. 

Si la ciudadanía está haciendo esfuerzos por una toma de conciencia de calidad, es necesario que la clase política también. Es necesario cambiar las reglas del juego. 

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Alvaro Armas      LACONÍAS


Huehueteco, pedagogo, politólogo y gestor cultural.


He estado en diversos proyectos artísticos, de educación y políticos.


Gusto de la lectura, creo en todas aquellas acciones de incidencia política, creativas y generadoras de vida. 

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