sábado, 18 de julio de 2015

Una putita excelente







Cómo quisiera que fueras así;
una putita excelente. 


Que no fueras tan provinciana. 
Que no tuvieras esta magia-religión de creer que el amor es (o debe ser) un guion que puede salir mal.
Que no tuvieras esta obsesión-necesidad de no enojar a los dioses (o a Dios; quién sabe).
Que te importaran un Pito.
Que supieras la verdad: ¡Para ellos no sos más que una putita excelente!

Cómo quisiera que no tuvieras este delirio guajiro de ser mujer y tener poder fuera de los linderos de piel.
¿Fuera de los linderos de piel? ¿Cuál poder?
Decime: ¿Qué tenés vos sin ser putita excelente?
¿No te has percatado que sólo en un lecho tenés el poder absoluto?
La próxima vez que te cojan miráte bien.


Cuando un fulano o mengana te monte sos todo y nada.
Serás fuego y ceniza y olvido y memoria.
Tiempo, vacío.


A nadie le importa tu nombre. En un lecho de sexo-amor hay cosas más importantes que eso.
Fijáte bien la próxima vez.

¿O es que acaso me puedo meter en mi pupila mientras te monto sudando?
¡Imagínate mi semen y el silencio!

¿Se puede negociar la paz con tu lengua en mi boca, o imponer dictadura con tus dedos deforestándome el pelo?

Decime.

En nuestro lecho no hay ninguna necesidad de ser exitoso ni de controlar la inflación.

Cogiendo a nadie le importa la Justicia. Se busca impunidad.

Putita, corrupta...
Así quisiera que fueras vos.


Dejáme cogerte y verás.
Dejáme.


Y por favor, ni se te ocurra pensar en mí. 

No me consideres, sé más indecente que eso.

Porque una putita excelente tiene que ser nihilista.
Dueña absoluta de la madrugada y del mar. De todas las sangres.


Una putita excelente vive y se muere con pija ensartada.
Sólo eso le importa. Y no lo digo yo. 

Así es la vida.

Sólo le importa su orgasmo; la leche derramada sin nombre. 
Que ¿cuál es mi nombre, putita rica?
Eso no importa. 
A una buena putita le da igual.

Porque cuando se ve al espejo mientras la montan, 
la putita excelente siente-sabe que es polvo de estrella, 
hija del sol y la luna.

Sonríe.

Oye la música que supone su nombre susurrado en la oscuridad:

-Putita rica.

¡Qué rico que se oye tu nombre!

Cómo me gustaría que fueras así, campesina... Una hermosa putita excelente.

¿No te gustaría bajarte del anda? ¿Quitarte el puñal que te clavaron conquistadores?

¿No te gustaría volverte de piel, con la sobriedad y la clase de no poseer fines?

Sólo a las guajiras vulgares les atrae la casta. La dignidad. La apariencia.
 

Por eso yo quisiera que fueras puta.

Por esta noche, por fe (o por calentura), yo voy a entrar a tu cuarto, a tu cocina.
Me siento en tu sala y agarro tus libros.
Los voy a leer el tiempo que quiera (después de cogerte, por supuesto).
Y no voy a pedir permiso.

Me serviré todo el vino que quiera.
Que lo pague tu marido, o mejor aún: tu ex.

Te voy a ver con deseo y manosearte las tetas en el sofá.
¡En toda tu casa, putita!

Me siento tan bien con vos.
Besame.
Haceme el amor, putita excelente.

Afuera llueve y en tu vulva también.
¿Te gustan mis dedos?


Hagamos el amor sin más adentro que nosotros. 
Que estalle la guerra, tenemos la puerta cerrada al fin.

Proponeme cogerte con la ventana abierta, 
mojándonos con la lengua más que la lluvia, 
lacerándonos la piel más que los vientos del huracán. 
Calentándonos más que el sol.

www.fotocommunity.es  /  Eduardo Castillo
 
Esa sos vos: Ahí estás.
¿Ya te viste?



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Christian Echeverría

Una rara mezcla entre psicólogo, poeta, activista, bloguero y periodista digital que sólo es posible en el siglo xxi. Creador de Asuntos inconclusos. 




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