miércoles, 15 de abril de 2015

After-party





POR ARELY CHAMALÉ 


Once de la noche.    

Inicia el ritual de preparación antes de una salida por bares y discotecas. Recién cenada, busco la ropa para “lucirme”. Una ducha larga, peinado diferente para remarcar que es una noche diferente.

Es la una y me dirijo al bar de siempre.

Pido un vodka y veo el arte de la preparación: la bartender me trae loca.

Vaso más grande que en Guatemala con la cantidad exacta de hielo. Lo pido con zumo de naranja y disfruto cómo las cáscaras del cítrico flotan luchando con los minibloques del hielo. Bebo el primer sorbo y dejo que el alcohol caliente mis entrañas.

Las dos.

Ya tengo un par de bebidas encima. Me he olvidado del invierno y el calor humano se crece. La música pop suena a todo volumen y las versiones españolas de casi todas las canciones causan extrañez en mi rostro.

A las dos y cuarto me envuelvo de nuevo para poder salir a fumar. La niebla ha cubierto a la ciudad y titiritando me llevo el cigarrillo a la boca. A duras penas siento los dedos. Entro en seguida.

Tres de la madrugada.  

El ritmo se ha adueñado de mí. Mi pie baila en el reposapiés. Ahora me encuentro bailando en la pista y suena una canción de merengue. Mis caderas tienen vida propia.

Son las tres y media, y veo a una pelirroja con unos amigos. Siento que me ve pero lo dudo. Pasados los minutos me invita a su mesa. Su falda de cuadros y sus medias negras abrazan unas piernas irresistibles. Me jala a la pista y bailamos. Su cuerpo se acerca al mío y no sé qué tanto hacer. El alcohol juega bromas conmigo.



A las cuatro de la mañana las luces de la disco se encienden y dejan ver nuestros verdaderos colores. Ya en la acera fumamos y los ojos de la chica se meten en los míos. Ella duda si cede ante lo que vio en mí. Sin tapujos le digo mis intenciones: mi piso está disponible por una noche pero ella duda, de nuevo.

Caminamos buscando otro lugar, una disco after-party para seguir bailando y bebiendo.

A las cinco las botellas de cerveza vacías se apilan en la mesa, llena de abrigos además. 

Las seis, al fin, aparecen en el reloj, y mi cuerpo se siente cansado. Ya no me acomodo a las actividades de los que inician sus veintes (verlos jóvenes me hace sentir vieja). Me despido frente a mi piso y veo que ella no cedió ante mi invitación.

Arely Chamalé

Pero son las seis y media, y me desnudo para dormir sola, sin música, leyendo a Bukowski.

Me masturbo pensando en su falda y lo que hay debajo. 


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Estudiante de Ingeniería Mecánica de la USAC y egresada de la ETMA. “Los contrastes muestran cada día dicotomía en los seres humanos”.

He visto la mayoría de mis amaneceres en el lado norte de la ciudad de Guatemala, sobre la carretera Jacobo Árbenz, al lado de árboles y aves que me recuerdan la importancia de la vida.

Mi llegada a las letras fue por un desamor en la adolescencia.

Llamada Arely desde siempre, aunque pocos conocen mi nombre.

Amante de las letras y del arte en general. Las imposiciones se pueden y deben ir al carajo.

Me describen como agria, ácida y silenciosa. Procuro no gastar mis energías con personas vacías.

Mi mejor escuela es la vida.

No se debe caminar en círculos, por lo menos no en los mismos.






 





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