viernes, 13 de noviembre de 2015

Políticas de niñez: ¿empezar de cero?

POR MYRELLA SAADEH 



En 2005, la institución para la que trabajo llegó a la conclusión que para hacer sostenibles la mayoría de las iniciativas y esfuerzos que realiza en el nivel local, la clave era impulsar acciones de incidencia política para consolidar políticas públicas con un enfoque de Derechos de la Niñez y Adolescencia. A partir de esa conclusión, une sus esfuerzos a otras organizaciones y se hace miembro de la Mesa de Municipalización. Un espacio amplio desde donde se plantea que el desafío es poner a la niñez en la agenda pública de las autoridades locales.

A la fecha, en el contexto de la Mesa, se contabilizan 40 políticas públicas municipales aprobadas y en ejecución, y 2 regionales (de dos mancomunidades). En proceso de elaboración o aprobación se reportan 12 y una regional de una mancomunidad. La característica principal, es que todas las políticas aprobadas tienen un presupuesto aceptado y en ejecución.

Este proceso se ha logrado gracias a un esfuerzo de formación-acción en el que representantes de la sociedad civil en los municipios, los sectores gubernamentales en Salud, Educación, Cultura y Deportes, nutrición, autoridades locales (concejales, síndicos y alcaldes) y grupos de niños, niñas y adolescentes se reúnen para formarse en temas técnicos y de ciudadanía tales como paradigmas de la niñez, situación de la niñez y adolescencia en Guatemala y el marco legal que posibilita su participación. Se plantean también temas vinculados con la manera de construir diagnósticos municipales con un enfoque de Derechos de la Niñez y Adolescencia, planes y propuestas que aborden los vacíos y brechas identificados en ellos (como realizar un presupuesto participativo) y también la socialización de la metodología de participación para la incidencia política.


Es interesante que después de casi un año de trabajo y como por arte de magia, la comisión formuladora ve aparecer, como fruto de un trabajo compartido, un documento investigado, propuesto y costeado por ellos mismos. Y más admiración cuando lo presentan a las autoridades, quienes dicen que ya todo está hecho y lo llevan ante el Concejo Municipal de Desarrollo –COMUDE- y la Corporación en pleno y es aprobado, convirtiéndose en una herramienta de gestión para las alcaldías que, inteligentemente, la aprovechan para gestionar ante el Consejo Departamental de Desarrollo –CODEDE-, garantizando los fondos desde el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano y Rural –CONADUR-. Cada año, en cada municipio, hay un proceso similar y parecidos resultados.

Infortunadamente, cada cuatro años, en los cambios electorales, muy pocos alcaldes respetan el acuerdo municipal y le dan continuidad a la política pública municipal a favor de la niñez. Los que saben aprovechar este producto incluso lo mejoran, le agregan más recursos o modifican algún componente, avalando no sólo lo que hizo la Corporación anterior, sino toda una comisión ad hoc que se ha capacitado para formular una herramienta que, por excelencia, se considera parte del proceso de diálogo político para una ciudadanía activa.

Pero la generalidad es que cuando cambian los gobiernos municipales se da el proceso inverso. Es decir, las autoridades recién electas hacen borrón y cuenta nueva y hay que comenzar de nuevo y de cero, en tanto consideran que lo que hizo el anterior gobierno no tiene su sello, su marca.

Esta situación, repetida en sucesivos cambios de Gobierno, lejos de traer motivación a la ciudadanía le produce frustración, al igual que a las instituciones que las impulsan y acompañan.

Las políticas que se pensaba que pronto serían procesos de sostenibilidad, aún están lejos de convertirse en esa práctica propia de la tan ansiada cultura de participación, en tanto que los integrantes de los partidos políticos carecen de toda formación política y ciudadana, y es hasta que llegan al poder cuando se interesan por conocer.

Soy502

A pesar de lo anterior, a través de estos procesos formativos se ha logrado construir una cultura de niñez diferente en los 40 municipios que poseen política pública. Los Derechos de la Niñez y Adolescencia se han convertido en ese horizonte al que se aspira. Más que un discurso, ya comienza a ser una práctica relacionada con indicadores sociales que se escalan a partir de una inversión concreta.

Pero además, muchos niños, niñas y adolescentes que han participado desde 2005, hoy son jóvenes que ocupan puestos en espacios de decisión: miembros de Consejos Comunitarios de Desarrollo –COCODES- (Nahualá y San Andrés Semetabaj), COMUDES (Zunilito, Concepción y San Marcos La Laguna), secretarios municipales (Santa Clara La Laguna), concejales o síndicos (San Juan La Laguna) y técnicos (San Pablo La Laguna). 

A pesar de ser procesos de largo aliento, cada vez resultan más fáciles de implementar, porque sus nuevos protagonistas hablan el mismo idioma.

El camino todavía es largo. Impone, a fuerza de comenzar de cero, nuevos conocimientos, actitudes y prácticas; todas ellas más horizontales, democráticas, participativas y estratégicas para abordar con todos los actores locales la importancia de ir cerrando las brechas en el ejercicio de los derechos en Guatemala.

Esto supone una nueva clase política en lo local. Una que tenga claridad de su rol y de la importancia de ser actores formados y comprometidos, que pueda dar respuestas claras a las demandas ciudadanas, especialmente de esa mayoría demográfica: la niñez y adolescencia.



Tal vez pronto, una nueva generación nos posibilite el tránsito hacia una cultura de planificación de más largo plazo.

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Myrella Saadeh      LABERINTO 

El nombre de esta columna es complejo, desde donde propongo hacer un recorrido por la situación de la niñez de Guatemala. Soy psicóloga, catedrática de la Facultad de Humanidades de la Universidad Rafael Landívar e investigadora, y soy directora de PAMI. Una organización que promueve los derechos y la participación de la niñez y adolescencia desde 1989

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