No lo escuches. No es tan importante.
Hay mucho más en tu silencio.
Y tampoco busques luz.
Porque ¿cuántas veces entregaste el alma a oscuras y odiaste ciegamente?
No recuerdes para olvidar.
¿Para qué? Olvida bien.
No recuerdes.
Ni te vistas de paciencia.
Porque ¿cuántas veces has vivido en un recuerdo o en la imaginación?
¿Cuántas veces has estado en un deseo?
¿Cuántas?
Ya no esperes.
¿Cuántos latidos del corazón le deben algo a la prudencia?
¿Cuántas lágrimas han dejado de rodar por duelo?
¿Cuántos orgasmos se hicieron con decoro?
Ya no esperes.
Porque tus nervios desgastan el piso, tus sueños saturan las nubes, el aire se vicia con tus ganas y el sol no puede calentar tu soledad. No puede.
Entonces no te mueras.
Vive.
No te mueras, no te mueras.
Pero si a pesar de todo lo vivido en este mundo ya no oyes más que ruido multimedia, y ninguneas tu silencio y tu conciencia, y te vuelves santo y aprendes a esperar, y levitas en lugar de caminar, y duermes mucho y sueñas poco, y tu soledad no tiene a nadie…
Foto: Stela Gaburici. Modelo: Roksolana Savytska |
entonces en ese caso, ya es tiempo y es preciso que
te mueras de una vez.
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Una rara mezcla entre psicólogo, poeta, activista, bloguero y periodista digital que sólo es posible en el siglo xxi. Creador de Asuntos inconclusos. |
Estética poética del Siglo XXI. Bello y doloroso...
ResponderEliminarGracias por leer, Angel. Saludos.
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