POR CHRISTIAN RODRÍGUEZ
Todo el mundo sueña con visitar la romántica ciudad de
París (la Ville Lumière). La "Ciudad de la Luz".
De la luz artificial, supongo, porque casi todos los
días que estuve allí el cielo estuvo color plomo. Todo el día nublado o lloviendo.
París es una megaciudad donde habitan 12 millones de
personas. A eso hay que sumarle más de 42 millones de turistas que llegan
anualmente. Nadie lo menciona pero es asfixiante. Largas filas por todos lados
para hacer cualquier cosa. Entrar a cualquier museo, iglesia, bar, restaurante,
metro, baño público… es un asco; aparte de que a mí las ciudades jamás me han
gustado.
¿Qué estaba haciendo yo en París entonces? Si a mí lo que me gusta son las montañas, los bosques,
las cuevas, los mares, los volcanes, los ríos... la naturaleza. Y sinceramente,
tenemos una pequeña París en Guatemala, una "París a la Tortrix".
¿La Torre Eiffel?
Pues tampoco es para tanto. En Guatemala tenemos una copia,
algo "chafita" por cierto, y en miniatura. La Torre del Reformador.
Sí, esa que nos regaló Ubico. El fascista que se
mojaba los pantalones por Mussolini, Franco y Hitler.
Fotos de Christian Rodríguez |
¿Los Campos Elíseos?
Esa calle ancha con árboles por donde caminó aquel otro
“chafarote”; Reyna Barrios.
Le gustó tanto, que cuando regresó a Guatemala venía
inspirado y se mandó a construir la avenida La Reforma y la Simeón Cañas, aparte
del montón de edificios estilo renacentista francés como el actual Museo de
Historia, el Registro de la Propiedad Inmueble, la Casa de Té del
Zoológico La Aurora y otros más.
-¡Ah! –exclamó-. Pero ¡qué bonita es mi Pequeña París!
¿Que la Bibliothèque nationale de France qué?
Sí, la Biblioteca Nacional de Francia. Esa que "conserva"
entre sus saqueos internacionales uno de los tres códices mayas precolombinos y
que le llaman “Códice de París” para jodernos más.
Ni siquiera nos han querido dar una pinche fotocopia,
y no sólo eso… ¡tienen prohibida su exhibición al público!
Pero, ¿y qué más hay en París?
Pues está el Museo del Louvre, donde se encuentra la
famosa Gioconda.
¿La Gioco qué?
La Mona Lisa pues.
Una pintura de apenas 73x 53cm. O sea, una mierdita
entre las más de 35 mil obras para ver en este descomunal museo. Y lo peor de
ello es que toda la gente sólo quiere ver a la Mona Lisa para sacarse la foto
con ella y subirla al "face".
Pero al estar al fondo de un salón a muchos metros de
distancia y con murallas de 300 personas delante, todas más altas que yo, sólo
podría decir que sí; ahí estuve. Y que detrás de todas esas cabezas estaba la
Mona Lisa. ¡Qué chilero vos!
Pero allí estaba, paseando por las calles parisinas
cargando a mi bebé dentro de un perraje típico. Y vieran ustedes cómo llamé la
atención; no tanto porque un hombre estuviera cargando a una bebé a la manera
tradicional indígena; sino porque en los países “desarrollados” eso de cargar
bebés en brazos está como mal visto.
A los bebés simplemente los meten en
carruajes negándoles apapachos como si no los quisieran. “Se
malacostumbran”, dicen. Es mejor dejarlos que se retuerzan llorando en el
cochecito antes que cargarlos.
Así que varias fueron las personas que me pidieron
sacarse fotos conmigo y mi bebé dentro del perraje maya. Seguro que las fotos
fueron de mejor calidad, más cercanía y más personalizadas que las que se pudieron
sacar con la pintura de la Mona Lisa. Me felicitaban, estaban admirados y se
mostraban enternecidos por mi manera de llevar a mi bebé. Me preguntaba a mí
mismo el porqué de tal admiración, si así mismo lo han hecho las personas
durante toda la vida.
Vagué por muchas calles de París buscando arte urbano.
Ese arte reivindicativo que lo comparan con vandalismo en Guatemala.
Vi varias obras escondidas de Banksy (aparentemente), impresionantes
murales de Jef Aerosol y fui tras los múltiples
iconos del genial Oré, al que tuve el honor de conocer en persona en
Bilbao, y su obra Quetzalcóatl.
La comida en París no estaba mal.
No estoy seguro, pero creo que no probé nada de la
comida francesa porque barata no es. Comí más bien en pequeños puestos de
comida árabe, magrebí, vietnamita y cafeterías de origen subsahariano. ¡Qué
buenos están los kebabs! Al no haber tamales o rellenitos, pues hay que probar
de todo un poco ¿no?
En la "París a la Tortrix" pareciera que no hay nada
guatemalteco. Al contrario de Guate, donde abundan las copias baratas de las
cosas francesas.
¿Y si hubiera encontrado alguna tienda donde vendan Tortrix?
Pues seguramente no los hubiera comprado, porque me
parece un producto de muy mala calidad.
Mientras paseaba por las calles yo sólo veía multitud
de personas haciendo colas. Inmensas filas de espera para entrar a la Torre
Eiffel, a la Catedral de Notre Dame, al Museo del Louvre y Orsay o para
comprar pan, subirse al metro o usar cualquier baño público.
Lo que me interesaba de París no eran ni sus
edificios o museos… era la muerte. Porque las obras que se refieren a la
muerte en París son extraordinarias.
Estaba obsesionado por visitar Les Catacombes de Paris (Las Catacumbas).
Calles, túneles, pasadizos, torres y capillas
construidas con huesos humanos.
Debajo de París se arremolinan más de 300
kilómetros de los sitios más lúgubres y siniestros que jamás te hayas podido
imaginar. Con millones de calaveras, cráneos y huesos humanos que dan forma a
intrincadas obras de arte. Aunque sólo se pueda visitar poco más de un
kilómetro, esto es el verdadero corazón de París.
Pero antes fui a visitar el cementerio de
Père-Lachaise que contiene 70,000 tumbas, 5,300 árboles, centenares de gatos
orondos y miles de pájaros que anidan en sus ramas y ambientan el lugar con hermosos
cánticos.
Entre las tumbas de celebridades se pueden encontrar
músicos, políticos, escritores y pintores.
Entre los escritores están Balzac, Proust y
Oscar Wilde, y de la música Rossini, Bizet y
Chopin.
Pero la mayoría de visitantes se dirige como
hipnotizada a una misma tumba.
A algunos se les salen las lágrimas mientras
se sacan el chicle de la boca. El olor cerca de la tumba es tan intenso y dulce
que te hace delirar. Hay un gran árbol al pie de la tumba; está completamente
cubierto de chicles mascados de diversos sabores y colores. Con los chicles aún
húmedos forman figuras de corazones, de soles y de penes que pegan en el árbol con
mensajes alusivos al dios psicodélico del sexo: el gran Jim Morrison.
Es en ese mismo cementerio donde realmente sí hay
algo de Guatemala y que me interesaba visitar, aunque tal vez sea mucho menos
conocido para los parisinos.
Primero, para aprovechar el estar allí, la visita a la
tumba del escritor y periodista guatemalteco Enrique Gómez Carrillo. Pero no era una
tumba tan impresionante. Lo era lo que iba a ver seguidamente.
En medio de los árboles y de una pequeña calle se levanta una estela maya. Es una réplica de la estela 14 de Ceibal
con la leyenda "Hombres de Maíz". Es la tumba de Miguel Ángel Asturias. Aquel que dijera alguna vez que "En Guatemala sólo se puede vivir
borracho o loco".
Así que ya
estaba.
No había leído
nada anteriormente de cómo era esa tumba y me llevé una muy agradable sorpresa.
Así que sólo
me quedaba una cosa más por conocer en París. La que realmente quería conocer
de esta ciudad. Las catacumbas.
No había
podido entrar anteriormente porque no dejan entrar con bebés.
Me parecía el
plato fuerte y final de la visita a esta ciudad. Así que dejé a mi bebé y a mi
esposa juntas mientras me iba directo al inframundo parisino. Pero de nuevo
las colas, la interminable espera. Más de mil personas querían entrar. Fue la
única cola que hice y que no me importaba hacer en mi visita a París. Pero fue
tan larga la espera que ya no me dio tiempo de hacer la visita. Me quedé a tan
sólo 5 personas de poder entrar.
Pero bueno. Siempre
hay que dejar algo para después, por si sale una próxima visita.
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Christian Rodríguez DE SIMAS Y CIMAS
Nací en 1976. Crecí en la zona 18
influenciado por la pobreza, las injusticias sociales, la falta de
oportunidades y la constante amenaza de la violencia de la guerra y las
pandillas.
Para escapar me fui a probar suerte a
las montañas.
Más de 400 ascendidas en Europa, África
y América.
Entrené muy duro: «Potencia» acarreando
agua hasta mi casa. «Resistencia» colgándome de las ventanas de viejos
autobuses para ir a estudiar y trabajar. «Velocidad» huyendo de la delincuencia
común.
Migré a tierras vascas en 2009 siguiendo al amor.
Soy guía de montaña titulado en Europa, conferencista,
galardonado escritor y fotógrafo.
Además, presidente de una ONG con
proyectos de cooperación y becas estudiantiles en Guatemala y
organizador de programas de montañismo para migrantes, personas con
discapacidad o sin hogar.
«Guatemalteco Ilustre 2014» aunque no sé por qué sinceramente. De «ilustre» no tengo nada y de
«guatemalteco» me queda poco. Me considero ciudadano del mundo.
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