POR IRAIDA POCÓN
En esta
segunda parte discutamos sobre las diversas maneras en las que la niñez se ve sometida,
cuando al momento de nacer; es registrada como propiedad de los progenitores y
adherida a normas de comportamiento social para ser integrada al sistema
capitalista.
Las y los
niños son lamentablemente una decisión adulta (porque deben o no deben nacer,
porque quiero o no quiero tener un hijo). No son seres libres y capaces de
elegir debido a su “inmadurez”, ya que a su corta edad “carecen de experiencia
y no saben lo que realmente les conviene, a diferencia de los adultos”. Claro, no
debemos olvidar su vulnerabilidad y desventaja en cuanto al desconocimiento del
mundo que como adultos hemos creado.
Pretendemos
imponer sobre la niñez dogmas y reglamentos moralistas anacrónicos heredados, ¡como
si hubiéramos construido un mundo de oportunidades y de alegría!
No nos basta
ver tantas guerras como muestra de nuestra “capacidad y madurez” para gobernar la
sociedad de forma imponente y desigual, como si no existieran en la historia y
en el presente actos de lesa humanidad que han afectado principalmente a la niñez.
El informe del
Centro Carter de Estados Unidos sobre niñez, estima que más de 2 millones han
muerto en la última década como resultado directo de los conflictos armados. Al
menos seis millones de niños y niñas han sido seriamente heridos o
permanentemente discapacitados. Esta es una muestra del mundo que les heredamos.
La acción de
apropiarse de la niñez no es más que un acto como respuesta al patriarcado, que
hace de la niñez objeto de propiedad privada de los progenitores. “Ellos les
han dado la vida”, y en recompensa por ello, los hijos se ven condenados a someterse
a las disposiciones de la o el progenitor.
Durante los
procesos de la lucha de “patria potestad” por la niñez, se determina si ambos
padres o uno de éstos es el que tiene el “derecho sobre el o la niña”, o si “la
presencia de éstos será compartida”, como si se tratara de un objeto material del
que la madre y el padre pueden disponer a partir de lo que la ley mande.
Pero ¿por qué
le dicen “patria potestad”? La Real Academia Española explica claramente: “Conjunto
de deberes y derechos que conforme a la ley tienen los padres sobre sus hijos
menores no emancipados”. ¡"Deberes y derechos" sobre los hijos "no emancipados"! Derechos
que regulan las relaciones privadas de los ciudadanos entre sí. ¡Relaciones
privadas entre sí!
Hijos “no emancipados” sería entonces el hijo subordinado y
dependiente. Porque la niñez siempre depende de las decisiones de los
progenitores sea cual sea el fin.
Así la niñez es
sometida a los aciertos y desaciertos de la sociedad. Ejemplo: los largos procesos
legales en donde los padres que han vendido su esperma, o las madres que han
alquilado su vientre; han sometido a “litigio” la propiedad privada del menor,
partiendo de que es su gameto el utilizado. El gameto como propiedad privada: producción individual de mujer o de hombre.
Por eso cuestiono
nuestra “preocupación por la niñez”, pues ¿cuántos hombres y mujeres de este
país han sometido a juicio la patria potestad de un niño o niña en abandono, y
más aún, cuando tienen capacidades distintas?
Seguramente nunca
nos hemos cuestionado por qué peleamos tanto a ese ser “que lleva nuestra
sangre” (aduciendo que velamos por su futuro y porvenir), y no por aquel “total
desconocido” que muere de hambre o crece dentro de la pobreza extrema. Sin duda
nuestro compromiso social de velar por la niñez es escaso o nulo, de doble
moral; o es la expresión de nuestro ego materializado en la humanidad de la
niñez.
¿Quién dijo
que la niñez no sabe lo que necesita? ¿Somos acompañantes y amigos, o modelos
referenciales impuestos? ¿Cuántos niños y niñas se han tenido que someter a la
dura decisión de elegir a quién le pertenecen? ¿Cuántas veces se han visto
condenados a vivir en donde no quieren vivir? ¿Cuántos de nosotros vemos a la
niñez como nuestro óvulo o esperma?
Estas son las
reacciones que me ha dejado la “falsa denuncia”. Me ha dejado una verdad relativa
que es importante seguir cuestionando. Esta lectura no es un hasta aquí. Sino
el primer paso para reflexionar sobre las normas que impone la adultez a la
niñez.
Porque
seguramente nuestra arrogancia como personas “maduras” nos ha impedido ver que
el mundo podría ser mejor, si todos jugáramos a relacionarnos como los niños. Lo
cierto es que una vez más hemos caído en la gerontocracia, ya que seguramente
hoy solo hablamos en nombre de aquellos que más sufren nuestro individualismo y
egolatría adulta: la niñez.
Iraida Pocón EN PALABRAS
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