domingo, 1 de marzo de 2015

Culpar a la niñez





POR MYRELLA SAADEH

 
Quiero proponer una reflexión relativa a dos maneras en que algunas personas abordamos fenómenos que afectan a la niñez.

La primera, aplicando una idea que William Ryan acuñó, y a través de la cual se le atribuye total o parcialmente la responsabilidad de su condición. 

La segunda, enfocando los temas solamente desde los problemas y sus consecuencias y no desde las raíces o sus causas. 

Me preocupan estos abordajes, principalmente cuando se trata de violaciones a los derechos de protección de la niñez como maltrato físico o emocional, abuso sexual, explotación sexual comercial, niñez trabajadora y el fenómeno actualmente discutido: el matrimonio de personas menores de edad.

Es común decir en Guatemala (no tengo evidencia para generalizarlo a otros países, aunque infiero que en la mayoría ocurre lo mismo) que la razón por la que los niños y niñas son maltratados radica en su mal comportamiento: contestarle mal a los padres o maestros, no hacer caso cuando les llaman a comer o a dormir, o no hacer sus tareas escolares o del hogar; son suficientes razones para recibir un grito, humillación o golpes. 

También es frecuente escuchar que la niña o adolescente fue abusada sexualmente porque es una "coqueta", se viste provocativamente y sale a la calle así. Las niñas y adolescentes prostituidas o utilizadas para el turismo sexual o pornografía son calificadas como "haraganas", "vanidosas", "rodeadas de malos amigos" que les han llevado por mal camino o por "formas fáciles de ganarse la vida".

Al final, el maltrato, el abuso y la explotación parecieran ser ocasionados por los chicos y las chicas y no por el sistema familiar, escolar, comunitario y de país; los cuales los consideran culpables de los males que les aquejan.

Para muchos, ellos y ellas son los que están en situación irregular y no el sistema en el que viven (el que ha dado origen a la violencia estructural y social que sufren); perspectiva que ya tuvo que haber sido superada en buena parte a partir de la ratificación de la Convención sobre los Derechos del Niño en Guatemala.


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Por otro lado, caemos en la tentación de otro abordaje erróneo: desde sus consecuencias y no por sus causas.

Ejemplifico.

En el abordaje del fenómeno de la niñez y adolescencia trabajadoras, desde el plano internacional hasta el local; se promueve su erradicación como estrategia. 

La misma se manda en el Convenio 182 de la OIT, la Constitución Política de la República de Guatemala, el Código de Trabajo y la Ley de Protección Integral de la Niñez; y se pretende operativizar con una Política de Erradicación y una Hoja de Ruta. 

Es interesante cómo la estrategia y los instrumentos están planteados para que parezca que la niñez y sus familias son los culpables de su empobrecimiento y que tengan que trabajar, pero no abordan las causas por las que ellos y sus familias viven o sobreviven en condiciones de pobreza, y en muchos casos, de franca indigencia. 

Proyectos de 18 meses en los que se pretende sacar a los niños del trabajo, con una baja del 13 por ciento en la cobertura educativa para la primaria en los últimos tres años; son una ingenuidad, para no tildarlo de otra manera.

Otro ejemplo es la campaña que se realiza con el fin de impulsar la aprobación de una ley para elevar la edad del matrimonio de las personas menores de edad, con un enfoque exclusivo de erradicación: establecer la edad mínima para el matrimonio en 18 años, no tolerar las uniones de hecho de las personas menores de edad y prohibir el matrimonio forzado. La iniciativa presentada es importante, pero por sí misma no va a cambiar el fenómeno, en tanto no contemple abordar las condiciones o las causas que han llevado históricamente a las niñas y adolescentes a unirse de hecho o a casarse a temprana edad. Simplemente se prohíbe y pareciera que el matrimonio en menores de edad es un delito al igual que el matrimonio forzado.

Ni el matrimonio de personas menores de edad, ni el involucramiento de los niños y niñas en el trabajo, pueden ser modificados, erradicados o disminuidos a través de leyes, planes o programas que no hacen un abordaje causal de los fenómenos mencionados. 


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Tampoco es factible si se continúa planteando abierta o de manera sutil que la niñez es la responsable de dichos fenómenos. Culpar a la niñez no es el camino.



Myrella Saadeh      LABERINTO   



El nombre de esta columna es un lugar complejo, desde donde propongo hacer un recorrido por la situación de la niñez de Guatemala.
Soy psicóloga, catedrática de la Facultad de Humanidades de la Universidad Rafael Landívar de Guatemala e investigadora, y soy directora de PAMI. Una organización que promueve los derechos y la participación de la niñez y la adolescencia desde 1989.  





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