POR PACO
GRANADOS
Hace
unos días estaba leyendo un libro sobre casos clínicos de Psicología y me
sentí extraño porque era uno de los pocos que he disfrutado leer siendo parte
de una tarea.
En éste se relataba el perfil, diagnóstico y tratamiento pertinentes para cada paciente.
Eran historias clínicas de gente con alteraciones cognitivas, dudas existenciales y comportamientos patológicos.
Al leerlas me emocioné con mi carrera y me dieron ganas de prepararme más, para que cuando me toque ejercer, no tenga dudas al aplicar ningún tratamiento y mis deficiencias no sean evidentes.
En éste se relataba el perfil, diagnóstico y tratamiento pertinentes para cada paciente.
Eran historias clínicas de gente con alteraciones cognitivas, dudas existenciales y comportamientos patológicos.
Al leerlas me emocioné con mi carrera y me dieron ganas de prepararme más, para que cuando me toque ejercer, no tenga dudas al aplicar ningún tratamiento y mis deficiencias no sean evidentes.
Pero
además de eso, también empecé a sentir la frustración que conlleva ser
estudiante de una universidad privada en la provincia guatemalteca (lugar del
que se espera muy poco).
En
mi caso, ser estudiante de Psicología Clínica de la Landívar
ha sido una de las experiencias más frustrantes e irónicas de mi vida
(irónica porque se supone que ser psicólogo trae consigo satisfacción personal
de autorrealización).
Mi
frustración se remonta a 2011 cuando empecé la carrera.
Yo
ya había leído un par de libros de Freud y Watson y tenía una vaga idea de lo
que sería mi aprendizaje.
Estaba
emocionado porque “me iban a enseñar” a entender al ser humano y otros
conceptos teóricos de los que no tenía idea.
Entonces
llegué a la primera semana de clases, en la que todo el mundo sabe que no se
hace nada.
Fui
puntual, esperando ingenuamente cosas extraordinarias y encontrarme con
psicólogos que me servirían de guía en el aprendizaje de esta hermosa ciencia (que
para mí sí lo es), pero la primera impresión que tuve fue que encontraría gente
tan aburrida como yo.
Seguí
un par de semanas con pensamiento optimista esperando que la calidad de los
catedráticos y el interés de los alumnos mejoraran en los semestres posteriores,
y aquí me encuentro ya en el último año de mi carrera consciente de que todo
lo que esperaba no se cumplió.
Si
pudiera dar una descripción de la mayoría de los psicólogos que me he topado,
diría que tienen la obsesión de destacar su moralidad y ética y también por
condenar a colegas que no ostentan una moralidad religiosa como la suya.
http://femalesoftwareeng.tumblr.com/page/2 |
También
me llevé una decepción académica (responsabilidad principalmente mía), pues
todo lo que esperaba aprender nunca lo vi.
En lugar de eso me tocó ver cómo los catedráticos evitaban la fatiga dándole el contenido a sus alumnos para que éstos lo expusieran, ahorrándoles el trabajo de preparar una clase.
También vi a alumnas utilizar la clase como punto para ir a vender porquerías de catálogo y cómo montones más desarrollaban una adicción al teléfono móvil y a la pereza mental.
Otros pregonaban por todos lados que Psicología es una carrera fácil y bonita (“re-bonita”).
En lugar de eso me tocó ver cómo los catedráticos evitaban la fatiga dándole el contenido a sus alumnos para que éstos lo expusieran, ahorrándoles el trabajo de preparar una clase.
También vi a alumnas utilizar la clase como punto para ir a vender porquerías de catálogo y cómo montones más desarrollaban una adicción al teléfono móvil y a la pereza mental.
Otros pregonaban por todos lados que Psicología es una carrera fácil y bonita (“re-bonita”).
Durante
cinco años de carrera universitaria he aprendido que las perturbaciones
mentales son como el sexo: Nadie quiere hablar de ello.
También aprendí que las creencias más retrógradas de la humanidad siguen vigentes en sociedades como la nuestra.
Con todo esto, no me sorprende en absoluto que la única institución del Estado dedicada al tratamiento de enfermos mentales de nuestro país, sea una de las más peligrosas y deplorables que existen (aunque tenga poca relación o no), y que los mismos profesionales de la salud mental sean seres pusilánimes e ignorantes que afirman la idea de que los psicólogos no sirven para nada en un país tan traumatizado como el nuestro.
Después de hablar de todo esto y de hacer una especie de catarsis, le digo a usted, apreciable lector, que si quiere sentirse autorrealizado no estudie Psicología, y menos en una universidad privada de la provincia.
No le deje la tarea de formarlo a gente que cree que el ser humano es simple y que lo quiere todo fácil. A gente que dice que ante cualquier situación, la moralidad (y no el conocimiento) es indispensable.
Y sobre todo, no sea enemigo de la norma moral, si no quiere que lo tachen de “loco” o de “anticristo”.
Artículo reeditado el 23/7/15. Foto de portada: CUM, Facebook. .
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Paco Granados LA FRUSTRACIÓN DE LAS MASAS
Que buena publicación Paco! Sería genial compartir perspectivas...
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