Los
tambores de guerra suenan amenazantes. ¿Será cierto que vamos hacia una Tercera
Guerra Mundial?
Foto: Alexei Druzhinin (AFP)
|
En
un sentido, la ahora terminada Guerra Fría fue, de hecho, una guerra mundial:
las dos potencias representantes de los sistemas imperantes (Estados Unidos y
la Unión Soviética) pusieron las armas; innumerables países del por entonces
llamado Tercer Mundo, los muertos. La confrontación, sin dudas, fue planetaria.
En sentido estricto: fue una guerra mundial.
Desde
terminada la Segunda Guerra Mundial en 1945, que comportó una cauda de
alrededor de 60 millones de muertos, la cantidad de víctimas registradas en todas
las guerras que ha habido (¡y sigue habiendo!) posteriores a esa fecha, supera
holgadamente aquella cifra. Definitivamente, la guerra ha sido la constante en
estas pasadas décadas.
La
afirmación de que “ya no hay guerras mundiales” tiene una carga eurocéntica (en
el sentido de “formulación desde las potencias capitalistas de Occidente”,
Europa y Estados Unidos, incluyendo quizá también a Japón): no hay guerra
entre esos países, lo cual no significa que las guerras no sigan siendo una
triste realidad en el mundo. La interrelación y fusión de capitales que
sobrevino al Plan Marshall fue una manera de entretejer redes capitalistas
entre las naciones dominantes, asegurándose el mutuo respeto. O, al menos, la
convivencia libre de combates. Pero las guerras no desaparecieron. ¡Ni
remotamente!
Por
el contrario, los conflictos bélicos siguen siendo parte fundamental del
sistema como un todo. En tal sentido, representan 1) un gran negocio, y 2) permiten oxigenarse continuamente al “sistema-mundo” del capital (para usar la expresión
de Wallerstein). Las guerras no son inevitables, pero en este marco del
capitalismo como sistema dominante, sí lo son.
Ahora
se está hablando insistentemente de una posible nueva conflagración planetaria.
Los mortales de a pie (es decir): la prácticamente totalidad de la población
mundial, no tenemos mayores noticias de esto, de lo que en verdad se está
cocinando. ¿Qué plantes secretos tiene el Pentágono? ¿Qué estrategia de largo
plazo tienen pensado los grandes capitanes de la economía global? Si las
potencias capitalistas han decidido no volverse a enfrentar entre sí (con la
hegemonía militar absoluta de Washington que toma a Europa Occidental como su
rehén nuclear y lidera esa coalición obligada que es la OTAN), ¿por qué
entonces la posibilidad de una guerra mundial, tal como ahora, pareciera posible?
En
realidad, cuando hoy por hoy se habla de “Tercera Guerra Mundial”, se está haciendo alusión a la posibilidad de
un conflicto entre Estados Unidos y sus dos verdaderos rivales: la República
Popular China y la Federación Rusa...
Para medios como el Business Insider, el primer y más probable escenario de guerra directa entre EE.UU. y Rusia es Siria, y sería, inicialmente, una batalla convencional por el espacio aéreo entre la aviación norteamericana que bombardearía al Gobierno sirio para derrocarlo definitivamente, incluso antes de la salida de Obama, y la defensa antiaérea rusa que apoya a Siria. Imagen: Dragan Radovanovic/Business Insider |
Las guerras que se libran hoy día son todos
conflictos internacionalizados. En todos, directa o indirectamente, están
presentes los intereses geoestratégicos de las principales potencias, ya sea
porque la venta de armas y/o la reconstrucción de lo destruido es un jugoso
negocio, ya sea porque esas guerras expresan las disputas político-económicas
por áreas de influencia con un valor global. Las interminables guerras del
África negra (por el control de recursos estratégicos como, por ejemplo, el
coltán) o del Oriente Medio (por el control del petróleo) son la manifestación
de planes imperiales de dominación, donde participan empresas de distintos
países capitalistas llamados “centrales”. Y esas, sin ningún lugar a dudas, son
guerras mundializadas. ¿Qué hacen soldados europeos en Afganistán? ¿Qué hacen
los portaaviones estadounidenses en el Mar Rojo? ¿Por qué fuerzas de la OTAN
bombardean Libia o Egipto?
Todos esos son conflictos mundiales. Tras la
fachada de la OTAN o de la ONU vienen las petroleras, las grandes empresas
euro-estadounidenses, las inversiones de la gran banca mundial. ¿No son
reparticiones mundiales que recuerdan la Conferencia de Berlín de 1884/5, donde
unas cuantas potencias capitalistas europeas se dividieron el dominio del
África?
Ahora, en forma alarmante, se nos habla de una
posible guerra mundial. ¿Llegaremos realmente al holocausto termonuclear
disparando los más de 15.000 misiles con carga nuclear? (cada uno de ellos con
una potencia destructiva 30 veces mayor a las bombas de Hiroshima y Nagasaki) ¿Qué
se juega en esa posible “nueva” guerra mundial?
Alguna
vez dijo Einstein: “No sé si habrá
Tercera Guerra Mundial, pero si la hay, seguro que la Cuarta será a garrotazos”.
Desgarrador, pero tremendamente cierto.
El
poder nuclear que se desarrolló durante la segunda mitad del siglo xx y lo que
va del actual es impresionante. De liberarse toda esa energía se produciría una
explosión con una onda expansiva que llegaría hasta Plutón, dañando severamente
a los planetas Marte y Júpiter, destruyendo toda forma de vida en la Tierra. Proeza
técnica, pero que no resuelve los principales problemas del mundo. Se puede
destruir todo un planeta… pero continuamos con niños de la calle, población
hambrienta y prejuicios milenarios. ¿Eso es progreso?
El
sistema económico-político actual (basado exclusivamente en el lucro
empresarial individual) no ofrece ninguna posibilidad real de arreglar la situación,
porque en su esencia no existe la preocupación por lo humano, la solidaridad,
la empatía: lo único que lo mueve es la sed de ganancia, el espíritu comercial,
el negocio.
¡Y
la guerra también es negocio! Da ganancias, aunque sólo a algunos, por supuesto.
Ese
es el grado de insensibilidad al que llega el sistema vigente: matar gente,
destruir la obra de la civilización, producir hechos criminales… ¡es negocio! ¡Ese
es el espíritu que lo alienta! Todo es mercancía, absolutamente todo: la
muerte, el sexo, el amor, la comida, el saber, el entretenimiento, etc., etc.
¡Eso es el sistema dominante!
Por
eso hoy día la posibilidad de una nueva guerra mundial está abierta. Pero
cuando se dice “mundial”, se está hablando de la confrontación de la potencia
dominante: Estados Unidos, con quienes efectivamente le hacen sobra, Rusia y
China. Y fundamentalmente con esta última: el avance del yuan sobre el dólar es
irrefrenable. Lo que se juega verdaderamente en esta posibilidad de locura
nuclear es la supremacía que vino detentando el principal país capitalista del
mundo hasta ahora, momento en que empieza a ser seriamente cuestionado.
El
capitalismo, en tanto sistema planetario, y también su locomotora: la economía
estadounidense, desde el año 2008 cursan una profunda crisis de la que no se
terminan de recuperar. En ese escenario, el auge de China y su incontenible
pujanza, resulta una afrenta insoportable. Ante ello, la posibilidad de una
guerra funciona como válvula de escape, como salida de emergencia. Aunque, por
supuesto, la guerra no es ninguna salida.
Hoy
por hoy, el sistema capitalista mundial, liderado por Estados Unidos, cada vez
más está manejado por inconmensurables capitales de proyección global, con
megaempresas que detentan más poder que muchísimos gobiernos de países pobres. Las
decisiones de esas corporaciones globales, en muchos casos exclusivamente
financieras (en otros términos: parásitos improductivos que viven de la
especulación), tienen consecuencias también globales. De todos modos, la crisis
los golpea. Ello es así porque el sistema económico basado en la ganancia no
ofrece salidas reales a los problemas. Si lo que cuenta es seguir ganando
dinero a cualquier costo, eso choca con la realidad humana concreta: vale más
la propiedad privada que la vida humana. ¿Vamos inexorablemente hacia una nueva
Guerra Mundial entonces?
En
esa lucha por mantener la supremacía, o dicho de otro modo: por no perder un
centavo de la ganancia capitalista, la geoestrategia de Washington apunta a
asfixiar por todos los medios a sus rivales, a sus verdaderos rivales, que no son
ni la Unión Europea ni Japón; que son, sin vueltas de hojas, el eje Pekín-Moscú.
Y la guerra, lamentablemente, es una de las opciones, quizá la única, en esta
lucha a muerte.
Comentario
marginal: hablamos de “civilización”, pero por lo que se ve, la dinámica humana
no ha cambiado mucho en relación a la historia de nuestros ancestros: las cosas
se siguen arreglando (más allá de cualquier pomposa declaración) en relación a
quién tiene el garrote más grande. El pequeño (y desgarrador) detalle es que
hoy, ese garrote se llama misil balístico intercontinental con ojiva nuclear
múltiple.
De
darse un enfrentamiento entre los gigantes, definitivamente se usaría material
nuclear. Los países que detentan armas atómicas son muy pocos: Gran Bretaña,
Francia, India, Pakistán, Israel (aunque oficialmente declara no tenerlas),
Corea del Norte, China, todos ellos en una escala moderada, y en mayor medida,
con infinitamente mayor capacidad destructiva: Rusia y Estados Unidos. A la
Unión Soviética la terminó asfixiando la carrera armamentista; a Estados
Unidos, el negocio de las armas le provee una cuarta parte de su economía. De
hecho, uno de cada cuatro de sus trabajadores laboraba en la industria bélica.
Es obvio que la guerra alimenta al capitalismo. Pero sucede que jugar con
energía nuclear es invocar a los peores demonios.
No
hay dudas que para esas mega-empresas ligadas a la industria militar (Lockheed
Martin, Boeing, Northrop Grumman, Raytheon, General Dynamics, Honeywell,
Halliburton, BAE System, General Motors, IBM), todas estadounidenses, la guerra
les da vida (¡y dinero!). El problema trágico es que hoy, pese a las locas
hipótesis de “guerras nucleares limitadas” que existen en el Pentágono, si se
desata un conflicto, nadie sabe cómo terminará, y la citada expresión de
Einstein puede ser exacta.
(En
defensa de toda la Humanidad y de nuestro planeta debemos luchar denodadamente
contra esa enfermiza, perturbadora posibilidad).
::::::
Marcelo Colussi PLATIQUEMOS UN RATO
¡Hagamos felices los días y las vidas de la niñez guatemalteca! Síguenos en Facebook
¿YA CONOCES
LA
NOVELA DEL CREADOR DE ASUNTOS INCONCLUSOS PUBLICADA EN MIAMI? Es la
primera novela de nuestra crisis política (basada en nuestras
entrevistas con destacados
personajes públicos). Lee la sinopsis y compra en Amazon aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario