Y durmió
sobre mi pecho. Su tierno susurro acariciaba el vello que cubría mi corazón. De
pronto, abrió sus grandes ojos. Sus pupilas cristalinas me vieron hasta lo
profundo del alma dejando florecer en mi rostro una gran sonrisa.
-¡Buenos días!
-le dije.
Ella
simplemente sonrió y de un aventón se levantó de la cama dirigiéndose al cuarto
de baño. Sus caderas desnudas, de contornos suaves y de piel caoba, dejaron
salir de mí el sueño de un hombre en paz.
–Ven,
bañémonos juntos -me dijo.
Yo me
dirigí hacia ella con la fuerza del viento. Ese viento que agita los árboles a
finales de invierno: como el soplo de Dios.
El agua
estaba fría. Lo supe porque de ella solamente salió un suspiro de éxtasis. Yo,
por mi parte, me mojé únicamente la cabeza. Tentando lentamente con los ojos el
frío líquido que veo ahora correr lentamente a la orilla de su piel.
Veo caer…
mejor dicho, resbalar una gota suave en medio de sus pechos, la cual recorre su
estómago hasta reposarse en su ombligo. El agua que se reposa en este momento
en su vientre se rebalsa, dejando una línea fina líquida que se acerca temblorosamente
a acariciar la flor que perfumó mi noche y revienta en fruto dispuesta a endulzar
mi madrugada.
El frío
del agua no se siente en mi cuerpo, gracias al vapor de su figura que entibia
mi alma.
–Espera -le
digo.
-Yo ya
terminé -me dice y continúa-. Ahora parto a otro día de aventura.
Foto: José Martín Molina |
mientras su sonrisa queda perpetua en los pasajes de mi pensamiento…
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Jesus Abac CAMINOS
Soy un animal que intentó adaptarse y sobrevivir a través de intelectualización y racionalización, lo cual pretendo ahora negar. Soy Manuel Poroj |
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