martes, 16 de febrero de 2016

Izquierda en Latinoamérica: una agenda pendiente (I)

POR MARCELO COLUSSI



El gran problema estratégico radica en que muchos pensadores consideran que la izquierda debe centrarse en la construcción de un modelo de capitalismo posliberal. Esta idea obstruye los procesos de radicalización. Supone que ser de izquierda es ser posliberal, que ser de izquierda es bregar por un capitalismo organizado, humano, productivo. Esta idea socava a la izquierda desde hace varios años, porque ser de izquierda es luchar contra el capitalismo. Me parece que es el abecé. Ser socialista es bregar por un mundo comunista

Claudio Katz


30 de mayo, 2015. Plaza de la Constitución


Los años 60 y los inicios de los 70 del pasado siglo mostraron, tanto en Latinoamérica como en distintos puntos del mundo, un marcado espíritu antisistémico, evidenciado en diversas facetas: auge de distintas luchas políticas, surgimiento de movimientos armados revolucionarios inspirados en la mística guevarista y el ejemplo de la Revolución Cubana de 1959, liberación femenina, revolución sexual, movimientos pacifistas antiguerra de Vietnam, despertar generalizado de las juventudes, Teología de la Liberación en la Iglesia Católica. Podría mencionarse, como emblema de todo esto, el Mayo Francés en el continente europeo, o el Movimiento de 1968 en México, en tierras americanas.

Toda esa expresión contestataria, con ribetes tan distintos y hasta antitéticos en algunos casos, tenía un hilo conductor: la protesta ante un sistema económico-político que se mostraba injusto y opresor. Desde el movimiento hippie con su llamado al no-consumo hasta las guerrillas latinoamericanas, las luchas se sucedieron y crecieron. La organización sindical, los movimientos campesinos, la protesta estudiantil, son todos momentos del auge de los procesos de transformación que se habían puesto en marcha. Pero el sistema reaccionó.

Después de la crisis del petróleo de 1973, el sistema capitalista mundial, con Estados Unidos a la cabeza y en medio de la Guerra Fría, reaccionó vehementemente. En Latinoamérica, región que nos interesa en particular para este análisis, la reacción fue una represión feroz.

Entre mediados de los 70 y la década de los 80 la reacción ante el avance de las fuerzas populares y cuestionadoras fue sencillamente monstruosa. Sobre montañas de cadáveres, con las torturas más encarnizadas, con la desaparición forzada de miles de luchadores sociales de todo tipo, con políticas de destrucción completa de aldeas campesinas, todo ese auge transformador que se venía dado fue cortado de cuajo. El avance del campo popular fue seguido de un tremendo retroceso en conquistas ya logradas y en organización social. Después del triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 en Nicaragua (última revolución del siglo xx), los movimientos revolucionarios armados fueron aniquilados o severamente diezmados, forzándolos en la mayoría de casos a buscar salidas negociadas. Lo que en un momento parecía una primavera se transformó en un crudo invierno.

Sobre la base de esta descomunal represión, de la desarticulación de conquistas populares y del aniquilamiento de fuerzas de izquierda, se comenzaron a implantar los planes neoliberales fijados por los organismos del Consenso de Washington: Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional. El primer experimento fue Chile en medio de la dictadura pinochetista. Luego siguieron todos los países de la región.

En pocas palabras: el capitalismo más salvaje y descarnado, sobre la base de una profunda explotación de los trabajadores, llegó para quedarse (no sólo en Latinoamérica sino a nivel global), haciendo desaparecer avances sociales ya consagrados constitucionalmente como fueron todas las mejoras logradas por los trabajadores en años de lucha previa: prestaciones sociales varias, inmovilidad laboral, seguros de salud, etc.

Sobre la base de esa represión y del miedo concomitante la cultura del silencio se entronizó por doquier, criminalizándose todo tipo de protesta social. Distractores y anestesias sociales como la explosión imparable de cultos evangélicos fundamentalistas y el fútbol televisado por cantidades industriales fueron la versión moderna del ya milenario pan y circo.

En esa marea de avance impetuoso de la visión de derecha, cayendo las experiencias socialistas de la Unión Soviética y de Europa del Este, y comenzando su proceso de retorno al capitalismo la República Popular China, las expresiones de socialismo se fueron esfumando. Los partidos de izquierda de América Latina quedaron silenciados, así como todas las organizaciones populares, víctimas aún del terror inducido por los ríos de sangre derramados en esos años. La Revolución Sandinista, siguiendo el proceso de reversión del socialismo a nivel global, concluyó tristemente. El único país que siguió en esa senda fue Cuba: solitaria, golpeada y bloqueada.

Artículo publicado en Prensa Latina y reeditado por Asuntos Inconclusos el 15/2/16 a las 18:07 horas  

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Marcelo Colussi     PLATIQUEMOS UN RATO

Argentina (1956). Estudió Psicología y Filosofía. Vivió en varios países latinoamericanos y desde hace 20 años radica en Guatemala. Investigador social, psicoanalista y además escribe relatos, con varios libros publicados. Foto: aporrea.org

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