viernes, 5 de febrero de 2016

Corrupción y narcisismo (I)

POR MARIANO GONZÁLEZ

 
Las protestas de 2015 pueden ser consideradas desde distintos ángulos. Aquí se quisiera hacer una discusión sobre las relaciones que se dan entre la corrupción y el narcisismo de ciertas figuras políticas, lo que contribuyó a su caída. Es una perspectiva limitada, pero puede servir para reflexionar sobre el cruce de condiciones subjetivas en la política. 

2 de mayo, 2015

Las protestas de 2015 tuvieron un origen claramente definido: las denuncias de corrupción que hicieron el MP y la CICIG contra la estructura de defraudación conocida como La Línea y que llegaron a tocar a Roxana Baldetti y Otto Pérez Molina. En la Plaza, además de las demandas de #RenunciaYa y #JusticiaYa que se dirigieron principalmente contra estas figuras, se levantó el #NoLeToca dirigido contra Manuel Baldizón quien, a principios del año pasado, todavía se perfilaba como virtual ganador de las elecciones generales.

Los resultados inmediatos del juego de fuerzas y actores que incluyeron a la Embajada de Estados Unidos, el CACIF, los protestantes, etc., ya se conocen: Baldetti y Pérez Molina están en espera de condena, Baldizón salió de la jugada política y tenemos como presidente al desorientado Jimmy Morales. Los efectos a largo plazo todavía son difíciles de prever, pero el clima político se ha modificado.

Entre otras cosas interesantes, se puede destacar que la indignación que fue el detonante de las protestas se dirige contra políticos que muestran un marcado desprecio respecto a la opinión de la ciudadanía. No es casual que el principal encono se dirigiera hacia Baldetti y Baldizón. Hay muchos factores que pueden originar el desprecio hacia estas figuras, pero es posible que su profunda desvinculación y burla hacia la opinión ciudadana se haya revertido y contribuido a su caída.

En este sentido, las respuestas de Baldetti respecto a varios señalamientos o la campaña de Baldizón (que tuvo que ser aprobada por él), fueron signos de un alejamiento muy serio de la realidad política. No lograron comprender que sus respuestas ofendían a la gente y que con ello estaban ayudando a preparar su tumba política. Fueron signo de una experiencia narcisista que puede ser vinculada a determinadas condiciones de la práctica política del país.

La corrupción es una de dichas condiciones y creo que opera de la siguiente forma: Todas las personas tenemos cierto narcisismo, pero es controlado por el continuo contacto con la realidad que supone una limitación a nuestros deseos. No podemos hacer todo lo que queremos, aunque lo queramos, porque hay una serie de normas y reglas que regulan la convivencia y que impiden que el deseo se desborde.

En última instancia, hay instituciones que van desde la sanción moral (interiorizada como Superyó) hasta la policía, y que controlan la actividad y los deseos de cada persona. Esto es importante porque ayuda a mantener la prueba de realidad (en nuestros sueños podemos hacer cualquier cosa). 

En el caso del ejercicio del poder corrupto, sobre todo cuando es practicado de manera sistemática y a niveles altos, la prueba de realidad, es decir, las limitaciones impuestas por el mundo de los otros y las cosas, se empieza a difuminar. Dicho de forma coloquial: las personas empiezan a hacer lo que se les da la gana y no encuentran consecuencias serias a su acción... 

Juan Carlos Monzón en audiencia de primera declaración, octubre de 2015. Foto: Otto Ángel, Guatevision  

Por ejemplo, un ciudadano normal tiene que pagar impuestos porque si no, le cae la SAT. Tiene que respetar ciertas reglas de tránsito porque si no, tiene problemas con otros conductores o, más infrecuentemente, con la policía de tránsito o la policía nacional. Por supuesto que en este país hay una continua violación de normas formales, pero en su lugar, hay sanciones y límites de otro tipo (la violencia, por ejemplo).

En el caso de figuras con mucho poder como ciertos políticos o empresarios, la impunidad de su posición les permite hacer o decir muchas cosas más. Baldetti, por ejemplo, con el caso de la “limpieza” del lago de Amatitlán pudo decir cualquier estupidez porque ya se había acostumbrado a decir o hacer lo que quisiera porque no encontraba frenos a su acción. Baldizón podía hablar de sí mismo en tercera persona y ofrecer la imagen que quería porque ya estaba desvinculado de buena parte de la opinión ciudadana (1).

En otras palabras, el ejercicio del poder impune que les permitía hacer lo que se les diera la gana, socavó su contacto con la realidad y les permitió decir y hacer las estupideces que cometieron, creando una opinión muy mala sobre ellos e indignando a la gente.

Además, hay que recordar que el ejercicio del poder en este país (y se puede suponer que en muchos otros lugares) también está caracterizado por la nefasta presencia de los achichincles. Es decir, de personas cuya función es ponerse como alfombra de sus jefes y culebrearlos. ¿Por qué es tan mala esta situación? Porque ayuda a reforzar la experiencia narcisista de las figuras de poder. 



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Si los poderosos continuamente hacen lo que se les da la gana es porque no encuentran límites adecuados a sus deseos y, encima, hay gente que les soba la leva y les dice que son una maravilla o que las personas que les critican son una bola de “resentidos” porque no saben lo bien que están haciendo las cosas, se crean las condiciones para que, en efecto, crean que pueden hacer cualquier cosa y que está bien.

Creo que esta dinámica perversa que se da en el ejercicio del poder (o la riqueza, si bien con otros matices) puede hacer que ciertas figuras políticas empiecen a operar de forma narcisista, con un contacto parcial o fallido con la realidad.

Evidentemente que la corrección de esta situación no es pasarle un Rorschach (2) a cada aspirante a político y averiguar si presenta un perfil “narcisista”. El problema pasa por una práctica política corrupta y desvinculada de la ciudadanía y que permite que los políticos se beneficien desmedidamente sin encontrar castigo. El problema, entonces, es de corrupción e impunidad que alienta tendencias narcisistas latentes en todas las personas.

Por eso no se trata sólo de buscar perfiles “idóneos” para los puestos públicos, sino de colocar límites efectivos y controlar la corrupción y la impunidad en la práctica política. Estos controles funcionan como una buena prueba de realidad que impide que se produzcan situaciones como las que ya conocemos. 

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(1) Honestamente, no sé si este juicio se puede hacer extensivo hacia su vida privada, pero a nivel público era muy evidente que estaban actuando muy desvinculados de la opinión pública. Digamos, muy en “su mundo”, que es la característica central de una experiencia narcisista. 
(2) Una conocida prueba psicodiagnóstica que opera bajo la premisa de que las personas proyectan en sus respuestas aspectos de su personalidad.  

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Mariano González       DIGRESIONES   

El cartón dice "psicólogo", pero la confusión, evidentemente, es mucho más extensa... 



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