miércoles, 15 de marzo de 2017

Hogar Seguro: Es más fácil culpar a la víctima



RPP.PE


POR MYRELLA SAADEH

Culpar a la víctima es un mecanismo propio de las sociedades patriarcales y machistas en donde las mujeres, cosificadas y violentadas a extremos, deben tolerar un sistema de violencias en la casa, en la calle, en la escuela, en el trabajo. Existe todo un andamiaje que bombardea día y noche a la sociedad exponiendo el cuerpo de las mujeres, invitando a los varones a utilizarlo cuando y como quieran y, encima, deben acarrear con la responsabilidad de haber sido secuestradas, ultrajadas, insultadas por “perras”, mojigatas o por lo que se les ocurra. “Cómo no le iba a pasar si sale a correr con esos shorts tan cortos”. Para la sociedad, son tan culpables como el que las violentó.

También es un mecanismo propio de los grupos y sectores que ostentan el poder económico, quienes culpan a las personas empobrecidas, indígenas y rurales por su condición de pobreza y vulnerabilidad. “¿Cómo van a prosperar si son huevones?”.

Este mecanismo, según investigaciones del doctor Melvin Lerner, deviene de considerar que existe un mundo justo. El que hace bien, recibe bien, y el que no, no. El bueno recibe su recompensa por comportarse adecuadamente y seguir las reglas, y al que ha obrado mal se le aplica la justicia. “El que siembra vientos, cosecha tempestades”. En los experimentos realizados por Lerner, los participantes observaban a personas recibiendo electroshocks sin poder hacer nada por evitar las descargas. A medida que los participantes veían un sufrimiento más extremo, con más certeza culpaban a quien recibía el daño.

La muerte de más de 40 niñas y adolescentes en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción constituye un perfecto ejemplo de cómo es más fácil culpar a la víctima por parte de aquellas personas encargadas de darles protección y abrigo. ¿Cómo la Secretaría de Bienestar Social podía cumplir esta función hacia quienes considera que son un “riesgo social”? “Eran mareras y pandilleras”; “…hubiera sido mejor que se quemaran todas por delincuentes”; “…que sufran esas desgraciadas, así como fueron buenas para fugarse, que sean buenas para aguantar el dolor”. Y es que una condición para utilizar este mecanismo es estigmatizar a las personas a extremos de considerar que ellas mismas fueron capaces de autoinfringirse el dolor y la muerte.


“Una revolución en Guatemala que casi nadie esperaba...” ¡No podrás parar de leer esta novela! eBook en Amazon y primeros capítulos aquí   



Es tan poderoso este sistema opresor que aplica estos mecanismos, que no cuestiona las evidencias e influye en la opinión pública para que se quede con versiones y argumentos del poderoso: el monitor, el periodista, el juez, el policía, el secretario y el Presidente nunca cumplieron las demandas de atención, las llamadas de socorro, las denuncias, porque en ese proceso de estigmatización las niñas fueron consideradas la escoria de sus familias, de la sociedad y del propio Hogar que era tutor y garante de su protección.  Para ellos sus demandas no tenían justificación; por eso, sencillamente no las atendieron. “Se les trata como lo merecen”; “Comían alimentos engusanados o vencidos”.

Según esa opinión, las niñas fueron culpabilizadas por “caer en ese lugar”, por rebeldes, por “no hacer las cosas bien”, por no seguir las reglas de una familia que a su vez tampoco las siguió y expulsó, posiblemente a las más débiles, condenándolas a más violencia y  muerte.

Se reportaron casos de niñas y adolescentes embarazadas; no obstante, las personas imbuidas en esa visión de culpabilizarlas, nunca contemplaron que fueron violadas y explotadas sexualmente en la calle y, según sus denuncias, en el propio Hogar Seguro. Entonces, “…estaba bien darles su merecido”.

Culpar a la víctima es un mecanismo ingrato en el que hay una tendencia que se manifiesta en las personas testigos de estos hechos de violencia cuando se congracian con quien consideran el “ganador”. ¿Quién puede cuestionar el rol de un funcionario público si la tendencia es dar todo al ganador? 

El Hogar Seguro fue un espacio de segregación donde se “depositaron” demasiados niños y niñas en relación con su capacidad instalada, todos ellos expulsados de ambientes que no lograron protegerlos y amarlos; el Hogar Seguro tampoco. Por eso, no se tenían registros de quienes vivían allí, no contaban con protocolos de atención, o no los aplicaban, y tampoco se reflejaba la puesta en práctica de programas que llenaran sus más ingentes necesidades. Por eso privaba el castigo y no la disciplina. Por eso se recurría al golpe y a la violación. Y como guinda del pastel: muchas de ellas tuvieron la culpa de todo, hasta de no tener un nombre para ser identificadas.

Ante estos dolorosos hechos es relevante el papel de los generadores de opinión para asumir una actitud más crítica y respetuosa en el abordaje de estos fenómenos. Es urgente y obligatorio tener una absoluta claridad de este mecanismo para no continuar culpando a las víctimas y seguir contribuyendo “a echarle más leña al fuego”. 

::::::
Myrella Saadeh      LABERINTO 


El nombre de esta columna es complejo, desde donde propongo hacer un recorrido por la situación de la niñez de Guatemala. Soy psicóloga, catedrática de la Facultad de Humanidades de la Universidad Rafael Landívar e investigadora, y soy directora de PAMI. Una organización que promueve los derechos y la participación de la niñez y adolescencia desde 1989



Primera novela guatemalteca sobre las manifestaciones de 2015. eBook en Amazon y primeros capítulos aquí  


3 comentarios:

  1. Y además, las criticas hacia los padres eran muy duras, no se ponían en los zapatos de la víctimas por ser de estratos sociales más bajo.s

    ResponderEliminar
  2. Ciertamente eso pasa siempre. Los más vulnerables son los que son culpabilizados. Gracias porsu comentario.

    ResponderEliminar
  3. Ciertamente eso pasa siempre. Los más vulnerables son los que son culpabilizados. Gracias porsu comentario.

    ResponderEliminar