POR MARCELO COLUSSI
Desde
hace algún tiempo viene hablándose insistentemente de Estados fallidos. En realidad no hay tal. Estos supuestos “fallidos” -como
en el caso de Guatemala- son, en todo caso, institucionalidades pobres que defienden
la situación dada para que nada cambie. No fallan, en modo alguno: cumplen a
cabalidad su función.
¿Para qué están los Estados? Supuestamente para garantizar el bien común.
Pero si bien eso puede ser la declaración oficial de su cometido, su tarea real
es mantener el estado de cosas dado. Dicho en otro término: garantizar que nada
cambie, asegurando el núcleo de la sociedad, es decir, la explotación de clase.
En los países pobres del Sur, donde las relaciones sociales siguen siendo
mucho más en blanco y negro, más brutales, con menos mediatizaciones de las que
se pueden encontrar en el Norte (con una institucionalidad y mecanismos
estatales que ofrecen un clima de menos explotación brutal, aunque la
explotación por supuesto también existe), en esos países el Estado está muy
lejos de cumplir su declarada función de regulador social. En el Norte, donde
sobran recursos (porque se explota al Sur, porque la acumulación originaria
permitió un acopio de recursos muy grande), los Estados medianamente satisfacen
las necesidades de su población. En el Sur: no.
Para verlo gráficamente, puede tomarse un ejemplo concreto; para el caso:
Guatemala. Allí hace ya casi dos siglos que existe un Estado moderno, calcado
sobre la base de las potencias capitalistas surgidas primeramente: algunas de
Europa y Estados Unidos. Con una Constitución que repite los patrones de la
ideología iluminista dieciochesca, el Estado de Guatemala -como el de cualquier
país tercermundista, con su himno nacional y toda la parafernalia simbólica al
respecto- declara principios universales para el bienestar común. Pero la
práctica muestra que no los cumple. En el Norte, porque hay una mayor
acumulación, para la clase trabajadora llegan muchos beneficios. La carga
impositiva vuelve al pueblo en forma de servicios eficientes. En el Sur no. El
Estado se limita a declarar en el papel cosas altisonantes que en la realidad
no cumple, pues las clases dominantes acumulan la mayor parte de la riqueza. La
asimetría en el acceso a la riqueza es inmoral.
Véase el caso de Guatemala. ¿Sirve allí el Estado? ¿Es fallido, o le sirve
a alguien? A las grandes mayorías no parece servirle mucho. Pero a la clase
dominante sí.
Es un Estado raquítico, al menos en cuanto a su recaudación fiscal. En
los países latinoamericanos la media del ingreso fiscal es de alrededor de un
20% del Producto Bruto Interno; en países con “estado de bienestar” la carga
impositiva llega al 50% de ese PBI, en tanto que en Guatemala ronda apenas el
10%, la segunda más baja del continente americano, detrás de Haití. Partiendo
de la base que es un Estado pobre, muy pobre, con muy pocos recursos para
trabajar, la cuestión se complica cuando se observa a quién apunta su objetivo.
A llenar realmente las necesidades populares: definitivamente no. A mantener la
situación de explotación: sí.
Se dice que el Estado es “fallido”, pero cuando tuvo que defender a capa
y espada los privilegios de la clase dominante durante la pasada guerra interna
(la más cruenta de toda Latinoamérica en estos años de “guerras sucias”, con
terrorismo de Estado, campos de concentración clandestinos y cámaras de tortura
a la orden del día), su papel se cumplió a la perfección. Quien masacró la
protesta popular fue el Estado.
¿Falló en su cometido de contener el avance de las luchas populares de
los años 60/70 del siglo pasado? ¡En absoluto! Su papel fue decisivo para
impedir el avance del “comunismo internacional”.
¡Primera novela guatemalteca sobre las manifestaciones de 2015! eBook en Amazon y primeros
capítulos aquí
Para graficar todo esto, compárese cómo “falla” en un servicio público
básico tal como la educación, y cómo actúa aceitadamente para reprimir.
Estado represor: una pequeña
muestra
Durante
los sangrientos años de la guerra interna, el Estado contrainsurgente
desarrolló un enorme aparato clandestino para frenar cualquier organización
popular que pudiera ser contestataria. Para ello valió todo, incluso violar
abiertamente los principios declarados en la Constitución. La desaparición
forzada de personas fue uno de sus instrumentos privilegiados, sacando de
circulación luchadores populares enviando así un mensaje aterrorizante,
paralizante al resto de la población.
“Sigue la consigna que por ningún motivo hay
que mostrar el libro de control de detenidos a los jueces que vienen a
practicar exhibición personal de algún detenido. Esto es orden del jefe.”,
puede leerse, por ejemplo, en un Memorándum con fecha
23 de julio de 1980, firmado por el Jefe de Servicios, actualmente resguardado
en el Archivo Histórico de la Policía Nacional (Referencia archivística: GT PN
24-09-02 S001).
El Estado sabía lo que hacía. La guerra contra ese ataque subversivo
fue despiadada y, desaparición forzada de personas y masacres de tierra
arrasada mediante, el Estado se impuso. El “comunismo” fue rechazado. Las cosas
siguieron “normales”: como diría Joan Manuel Serrat: “Vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor
cura a sus misas”.
¿Falló el Estado? Definitivamente no. En su tarea básica, en
mantener las cosas de base sin cambio, en mantener la estructura social firme
(el pobre a su pobreza, el rico a su riqueza, y ¿todos felices?), en eso no
falló. Pero sí falla en, por ejemplo, brindar educación.
Violación del derecho a la
educación pública gratuita
Gratuidad
En el artículo 74 la Constitución establece
el derecho y la obligatoriedad de la educación: “los habitantes tienen el derecho y la obligación de recibir la
educación inicial, preprimaria, primaria y básica, dentro de los límites de
edad que fija la ley. La educación impartida por el Estado es gratuita. (…) El Estado promoverá la educación especial,
la diversificada y la extraescolar”.
La
ficticia gratuidad
El compromiso asumido por el Estado de
brindar educación gratuita en los establecimientos públicos es algo que se
desmiente en la cotidianidad de las familias en condición de pobreza y pobreza
extrema.
Algunas escuelas públicas realizan
cobros adicionales como “donaciones” o “colaboraciones voluntarias” para los
gastos que el Estado no asume. Estos cobros se justifican como una ayuda para:
el mantenimiento de la escuela, la seguridad de la misma, la compra de
artículos de limpieza, etc. Estas “colaboraciones voluntarias” se exigen para la inscripción de las niñas y niños a la escuela. Estos cobros
que constituyen una clara violación al derecho a la educación. Además de ser
ilegales y violatorios de ese derecho fundamental, son arbitrarios (pues cada
establecimiento educativo asume un criterio propio) y constituyen uno de los
impedimentos principales para que las niñas y niños que provienen de
comunidades de extrema pobreza ingresen, permanezcan y sean promovidos en la
escuela.
Lo anterior se detalla en la siguiente
gráfica:
Inversión familiar en educación en
sector público:
Rangos
de cobro por inscripción en institutos públicos (mantenimiento, computación,
seguridad)
|
Q
30.00 a Q. 75.00 (Nivel Pre-primario y Primario)
Q
50.00 a Q. 300.00 (Nivel Básico).
|
Mensualidades:
complemento al salario de maestros, refacción, mantenimiento, computación,
seguridad privada
|
Q40.00 (Nivel
Pre-primario y Primario)
Q 50.00 (Nivel
básico)
Q
150.00 (Nivel diversificado)
|
Compra
de útiles
|
Q150.00 (Lista
de útiles de Pre-primaria)
Q 250.00
(Lista de útiles Nivel Primaria)
Q
709.00 a Q1,550.00 (Útiles y libros Básicos)
Q
510.00 a Q705.00 (Útiles y libros Diversificado)
|
Uniformes
de diario/educación física
|
Q
90.00 a Q130.00
|
Cobros
por exámenes, por excursión, manualidades, disfraces, eventos como
graduaciones, marchas, graduaciones de preparatoria, de sexto grado, de
tercero básico, de diversificado
|
Q 10.00 a Q.
75.00 salidas extra-aula
Q 50.00 a
Q300.00 acto de graduación
|
Fuente: Movimiento Cuarto Mundo, 2014.
Las familias que tienen a sus hijos en
primaria tienen que invertir en el primer mes del ciclo escolar Q.450.00 por
cada hija/o, y en básicos un aproximado de Q.1, 400.00 por cada hija/o. Estos
gastos tienen que ver con compra de útiles escolares, uniformes y el pago de
las “colaboraciones voluntarias”. Estas cantidades resultan casi imposibles de
asumir para las familias más pobres, lo cual imposibilita el acceso de sus
hijos a la educación, o bien les obliga a elegir a quién mandan a estudiar y a
quién no.
Según el Informe Nacional de Desarrollo
Humano 2011-2012 del PNUD, el 62% de la población vive en pobreza media, y el
30% en pobreza extrema. El ingreso para una persona (a veces para toda una
familia) que vive en condición de pobreza extrema es aproximadamente de Q600 al
mes. Por lo tanto, los Q450.00 requeridos por cada hija/o en el primer mes del
ciclo escolar representan el 75% del ingreso de una persona en pobreza extrema.
Poder realizar estos gastos para algunas familias se vuelve casi imposible, más
cuando se tienen que mandar a varios niños a estudiar. Esto ocasiona que se
viole el derecho a la educación, al no poder ser accesible por limitaciones
económicas.
Si con gran esfuerzo logran superar
estos obstáculos, la gratuidad de la educación sigue haciéndose menos evidente.
Los centros educativos piden “contribuciones voluntarias” a lo largo del año
para: excursiones y/o actividades recreativas -de las cuales algunas son
obligatorias y su inasistencia afecta negativamente la nota de los
estudiantes-, fotocopias de los exámenes, pago de mensualidades (a nivel de la
educación básica), etc.
A esto se suma el dinero que tienen que
gastar para hacer tareas e investigaciones en internet cuando en muchas
escuelas no se enseña computación ni se cuenta con una biblioteca cercana para
realizar las investigaciones; en algunos casos realizar gastos en pasajes para
el traslado hacia los centros educativos; refacciones, etc.
Todos los gastos mencionados hacen que,
aunque algunos estudiantes logren entrar, luego no puedan continuar y terminen,
finalmente, fuera del sistema educativo. En otros términos: el Estado sigue
incumpliendo un derecho básico para niñas, niños y jóvenes como es el acceso a la
educación gratuita.
Educación de calidad y universal
Si bien la gratuidad de la educación,
así como su calidad y el acceso universal a la misma, están consagradas en la
Constitución de la República, el hecho es que la situación imperante lleva a
muchas familias a enviar a sus hijas/os a instituciones privadas, a partir de
la insistente prédica que identifica lo privado como de "alta calidad", y lo
público como "mediocre". Situación esta que termina negando el principio básico
de la gratuidad educativa, e impidiendo que una alta cantidad de niñas, niños y
adolescentes sean así objeto de violación a su derecho a la educación.
Del mismo modo, la precariedad
presupuestaria y la falta de voluntad política de mantener un sistema educativo
competente por parte del Estado, hace que el servicio brindado sea deficiente,
con pocos días de clases, con falta de planificación y con carencias que van en
detrimento del derecho a educarse, negándosele ese derecho en especial a las
mujeres.
Conclusión
No
es cierto, en modo alguno, que el Estado falle en su objetivo final. Lo que el
proyecto de la clase dominante desea es un país con mano de obra barata,
desorganizada, atontada (¿por eso se consumirá tanto alcohol?). Una clase
trabajadora apta para mover la industria básica de la que vive esa clase
dominante: cultivos para la exportación (azúcar, palma africana, café), que no
proteste, asustada. Si esa clase trabajadora (la mayoría del país) vive en la
ignorancia, excluida, sin posibilidades, teniendo el viaje “de mojado” a Estados
Unidos como una opción (11% del PBI lo aportan las remesas), el Estado se
desentiende.
Y
casualmente todo eso (la exclusión, la pobreza, el embrutecimiento) es lo que
realmente sucede: ¿por qué el Estado contrainsurgente pudo funcionar tan
acompasadamente y para la educación nunca hay recursos?
Quizás
es hora de ir pensando en otro tipo de Estado. No se trata de personas, del
funcionario de turno, de personalidades del presidente, de los ministros o de
los diputados, que son más o menos corruptos. ¡Es una cuestión de base, estructural!
Este Estado no sirve a las mayorías populares, definitivamente…
::::::
Marcelo
Colussi PLATIQUEMOS UN RATO
Guatemala es una utopía ensangrentada.
No podrás parar de leer esta novela. eBook en Amazon y primeros capítulos aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario