sábado, 12 de septiembre de 2015

Vivir en dictadura (o un poema después de las elecciones)



Dicen que se acabó la democracia,
que vivimos en un mundo mezquino de intereses…
pero eso a mí qué me importa.

Si encuentro un espejo en la calle, me miro en él.
Si encuentro labios resecos, les doy mi calor.
Si un niño se ríe, me río con él.

Si alguien rompe el silencio y la estupidez y habla de genocidio, de hambruna y de fraudes yo escucho y me indigno con él (aunque sea un rato).
Si las campanas llaman a misa, yo las ignoro.
Si un pastor pide un diezmo, yo le exijo que renuncie (y que viva del amor). 
Si un gatito se acerca, le doy mi amistad (aunque no entienda mi ideología).
Si un milico quiere hacerse invisible, yo me hago invisible también.
Si un oligarca defiende la democracia, yo me vuelvo dictador.

Basta que alguien me piense para ser un recuerdo.
Y si alguien me deseara, podría convertirme en nostalgia después.
Basta que alguien me odie para existir.

Si mamá se muere antes, será suficiente para vivir la soledad (la de verdad, no la de poemas).
Si una mujer quiere hacer el amor, yo se lo hago a ella.
Si un amigo tiene hambre, yo le cocino.
Si un gentil quiere perder el tiempo, yo le leo un poema.
Dicen que se acabó la democracia,
que vivimos en un mundo mezquino de intereses…




pero eso a mí qué me importa.

Basado en el poema "Comunión plenaria" de Oliverio Girondo.

Artículo reeditado el 3/11/15 a las 21:08pm


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Christian Echeverría  

 
Una rara mezcla entre psicólogo, poeta, activista, bloguero y periodista digital que sólo es posible en el siglo xxi. Creador de Asuntos inconclusos.

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