martes, 15 de septiembre de 2015

Elecciones Infantiles (o un mal ejemplo de democracia)


POR MYRELLA SAADEH 


Nunca antes el tema de la ciudadanía ha estado en la voz, la mente y el corazón de los guatemaltecos como en estos últimos cuatro meses. Movilizaciones, plantones, bloqueos y ¡elecciones! Es un período relevante para reflexionar sobre qué es ciudadanía y cómo nos hacemos buenos ciudadanos desde la niñez.

Entonces, llama poderosamente la atención el programa Elecciones Infantiles, sobre el que propongo desarrollar una reflexión crítica.

Uno de mis mejores amigos, combativo, revolucionario, crítico y coherente recibe de su hija de 5 años la demanda: Papá, yo quiero ir a votar. Él se quedó perplejo. Ni él mismo contempló, ni fue a votar en estas elecciones y su pequeña hija le demandaba que la llevara a votar. Este hecho me motivó a escribir sobre esto que se plantea como la vía a través de la cual padres, madres, el sistema político y el sector empresarial pretenden enseñar a los niños y niñas su práctica ciudadana.

La misma página web de Elecciones Infantiles describe el programa en términos de ser un espacio orientado a “…la búsqueda de canales de expresión y participación de la niñez, la promoción de formación de líderes con valores cívicos y democráticos, aunado a la enseñanza y puesta en práctica de sus derechos y responsabilidades…”, y agrega que el proyecto “…es pieza indispensable en el fortalecimiento del proceso de paz, la democratización y el Estado de Derecho”.

El programa tiene como fin “contribuir al fortalecimiento de una cultura democrática basada en la participación efectiva y en el respeto a los principios básicos de convivencia democrática y a sentar las bases para que el proceso democrático tenga consistencia en el corto plazo, cuando los niños y niñas de hoy, participen con conocimiento y responsabilidad ejerciendo sus derechos y obligaciones como ciudadanos”.

Este ejercicio es fundamental para valorar algunos elementos clave en materia del derecho de participación, opinión y expresión de la niñez y adolescencia, base de su ciudadanía.

Mi posición crítica radica en que no se puede impulsar este derecho sólo haciendo un ejercicio electoral que tiene como patrón un desgastado modelo adulto, ampliamente cuestionado.  

Muchos de estos niños y niñas que asistieron a las urnas infantiles escucharon cientos y miles de veces de sus padres, maestros, de los medios de comunicación, en las plazas y en las calles el rechazo al proceso electoral 2015: #EnEstasCondicionesNoQueremosElecciones

Posiblemente la niñez no logró identificar con exactitud las razones políticas de la oposición, pero tenía claridad en que era un proceso altamente cuestionado desde la demanda de reforma a la Ley Electoral, reclamos al Tribunal Supremo Electoral, a los partidos políticos y sus candidatos. Sin embargo, hubo elecciones infantiles y de adultos en 2015, con lo que se está dando a la niñez dobles y confusos mensajes.

Foto: Cristina Chiquin


Se pretende vender este programa (y digo “vender” porque está patrocinado por la iniciativa privada y tiene el aval del Tribunal Supremo Electoral y el Ministerio de Educación) como una posibilidad de impulsar la expresión de los niños. Sin embargo, no se les vuelve a consultar hasta el próximo proceso electoral, ni siquiera en aquellos asuntos que les interesa y compete. Es un hecho que la opinión, expresión, participación y protagonismo de la niñez y adolescencia es uno de los derechos más violentados y cuestionados en nuestro país. Es más, los adultos no les tienen credibilidad ni confianza a los niños y adolescentes.

Se promueve como ejercicio cívico y ciudadano que los niños se empadronen y vayan a votar. De esa cuenta se ha incrementado desde 1995 el número de niños empadronados en un 150, 30, 14, 23 y 3 por ciento, pero al mismo tiempo se replica el abstencionismo electoral del mundo adulto con 28, 44, 49, 49, 51 y 50 por ciento para esos mismos períodos. No puede haber otro tipo de resultados ya que el mensaje que se da es que la ciudadanía es una práctica única y exclusiva de cada cuatro años, con referencias muy pobres en el mundo adulto.

 
Fuente: Elecciones Infantiles

Los objetivos del programa son muy grandes para un ejercicio tan puntual, aislado y que muy poco tiene que ver con el impulso del derecho a la opinión de la niñez sobre los partidos políticos y sus candidatos, porque de alguna manera replica la de los padres y madres. Los niños eligen a los candidatos que se promueven en el hogar y quienes obtienen el mayor porcentaje de votos en la primera vuelta electoral fueron Otto Pérez Molina en 2011 y Jimmy Morales en 2015.

La participación electoral de niños y niñas entre 5 y 14 años se proyecta como una fiesta ciudadana, un espacio de búsqueda de consensos y respeto de disensos. Sin embargo, los adultos enseñamos en la práctica que en esa fiesta se queman urnas, las personas se agreden y se matan desde la etapa preelectoral, el día de elecciones y después de ellas. Que los candidatos mienten, roban, tienen orígenes oscuros y no respetan la ley, y que la institución que debería poner un alto, sancionar y suspender se queda callada. 

Esta es la práctica de doble moral ciudadana que hoy está aprendiendo la niñez guatemalteca, porque la palabra impacta pero el ejemplo arrasa.

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Myrella Saadeh      LABERINTO 

El nombre de esta columna es complejo, desde donde propongo hacer un recorrido por la situación de la niñez de Guatemala. Soy psicóloga, catedrática de la Facultad de Humanidades de la Universidad Rafael Landívar e investigadora, y soy directora de PAMI. Una organización que promueve los derechos y la participación de la niñez y adolescencia desde 1989.




 

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