POR MYRELLA SAADEH
Nunca antes el tema de la ciudadanía ha estado en la voz, la
mente y el corazón de los guatemaltecos como en estos últimos cuatro meses. Movilizaciones,
plantones, bloqueos y ¡elecciones! Es un período relevante para reflexionar
sobre qué es ciudadanía y cómo nos hacemos buenos ciudadanos desde la niñez.
Entonces, llama poderosamente la atención el programa Elecciones
Infantiles, sobre el que propongo desarrollar una reflexión crítica.
Uno de mis mejores amigos, combativo, revolucionario,
crítico y coherente recibe de su hija de 5 años la demanda: Papá, yo quiero ir
a votar. Él se quedó perplejo. Ni él mismo contempló, ni fue a votar en estas elecciones
y su pequeña hija le demandaba que la llevara a votar. Este hecho me motivó a
escribir sobre esto que se plantea como la vía a través de la cual
padres, madres, el sistema político y el sector empresarial pretenden enseñar a
los niños y niñas su práctica ciudadana.
La misma página web de Elecciones Infantiles describe el
programa en términos de ser un espacio orientado a “…la búsqueda de canales de
expresión y participación de la niñez, la promoción de formación de líderes con
valores cívicos y democráticos, aunado a la
enseñanza y puesta en práctica de sus derechos y responsabilidades…”, y agrega
que el proyecto “…es pieza indispensable en el fortalecimiento del proceso de
paz, la democratización y el Estado de Derecho”.
El programa tiene como fin “contribuir al fortalecimiento de una cultura
democrática basada en la participación efectiva y en el respeto a los
principios básicos de convivencia democrática y a sentar las bases para que el
proceso democrático tenga consistencia en el corto plazo, cuando los niños y
niñas de hoy, participen con conocimiento y responsabilidad ejerciendo sus
derechos y obligaciones como ciudadanos”.
Este ejercicio es fundamental para valorar algunos elementos clave en
materia del derecho de participación, opinión y expresión de la niñez y adolescencia,
base de su ciudadanía.
Mi posición crítica radica en que no se puede impulsar este derecho
sólo haciendo un ejercicio electoral que tiene como patrón un desgastado modelo
adulto, ampliamente cuestionado.
Muchos de estos niños y niñas que asistieron a las urnas infantiles
escucharon cientos y miles de veces de sus padres, maestros, de los medios de
comunicación, en las plazas y en las calles el rechazo al proceso electoral
2015: #EnEstasCondicionesNoQueremosElecciones
Posiblemente la niñez no logró identificar con exactitud las razones políticas
de la oposición, pero tenía claridad en que era un proceso altamente
cuestionado desde la demanda de reforma a la Ley Electoral, reclamos al Tribunal Supremo Electoral, a los partidos políticos y
sus candidatos. Sin embargo, hubo elecciones infantiles y de adultos en 2015,
con lo que se está dando a la niñez dobles y confusos mensajes.
Foto: Cristina Chiquin |
Se pretende
vender este programa (y digo “vender” porque está patrocinado por la iniciativa privada y tiene el aval del Tribunal Supremo Electoral y el Ministerio de Educación) como una posibilidad de impulsar la expresión de los
niños. Sin embargo, no se les vuelve a consultar hasta el próximo proceso
electoral, ni siquiera en aquellos asuntos que les interesa y compete. Es un
hecho que la opinión, expresión, participación y protagonismo de la niñez y
adolescencia es uno de los derechos más violentados y cuestionados en nuestro país.
Es más, los adultos no les tienen credibilidad ni confianza a los niños y
adolescentes.
Se promueve como
ejercicio cívico y ciudadano que los niños se empadronen y vayan a votar. De
esa cuenta se ha incrementado desde 1995 el número de niños empadronados en un 150, 30, 14, 23 y 3 por ciento, pero al mismo tiempo se
replica el abstencionismo electoral del mundo adulto con 28, 44, 49, 49, 51 y 50 por ciento para esos mismos
períodos. No puede haber otro tipo de resultados ya que el mensaje
que se da es que la ciudadanía es una práctica única y exclusiva de cada cuatro
años, con referencias muy pobres en el mundo adulto.
Los objetivos del programa son muy grandes para un ejercicio tan
puntual, aislado y que muy poco tiene que ver con el impulso del derecho a la opinión
de la niñez sobre los partidos políticos y sus candidatos, porque de alguna
manera replica la de los padres y madres. Los niños eligen a los candidatos que
se promueven en el hogar y quienes obtienen el mayor porcentaje de votos en la
primera vuelta electoral fueron Otto Pérez Molina en 2011 y Jimmy Morales en
2015.
La participación electoral de niños y niñas entre 5 y 14 años se proyecta
como una fiesta ciudadana, un espacio de búsqueda de consensos y respeto de disensos.
Sin embargo, los adultos enseñamos en la práctica que en esa fiesta se queman
urnas, las personas se agreden y se matan desde la etapa preelectoral,
el día de elecciones y después de ellas. Que los
candidatos mienten, roban, tienen orígenes oscuros y no respetan la ley, y que
la institución que debería poner un alto, sancionar y suspender se queda
callada.
Esta es la práctica de doble moral ciudadana que hoy está aprendiendo la
niñez guatemalteca, porque la palabra impacta pero el ejemplo arrasa.
::::::
Myrella Saadeh LABERINTO
El nombre de esta columna es complejo, desde donde propongo hacer un recorrido por la situación de la niñez de Guatemala. Soy psicóloga, catedrática de la Facultad de Humanidades de la Universidad Rafael Landívar e investigadora, y soy directora de PAMI. Una organización que promueve los derechos y la participación de la niñez y adolescencia desde 1989. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario