Dos personas cerca de alcanzar la cumbre del volcán Acatenango. Foto: Christian Rodríguez |
POR CHRISTIAN RODRÍGUEZ
El 7 de enero de este año fallecían seis personas en el volcán
Acatenango. No era la primera vez que moría alguien allí, no sé cuántas personas
serán, la verdad, pero estoy seguro de que han sido muchas. La primera de la
que tuve conocimiento fue a finales de 1991, no la conocí personalmente pero me
encontré con sus familiares y amigos que ascendían a la cumbre para enterrar
las botas de un muchacho que había fallecido descendiendo el volcán un par de
meses antes. Hace apenas tres años, Diego, que solía comunicarse conmigo para
contarme sus experiencias como montañista; él quería integrarse a nuestro
programa para aprender a guiar a personas con discapacidad en las montañas, intentó
hacerlo con una que le faltaba una pierna pero no consiguieron llegar a la
cumbre; lo volverían a intentar, me dijo la última vez que se comunicó conmigo.
Diego fallecería de hipotermia en junio de 2014, entrenando para su primera
carrera de montaña en ese mismo volcán.
El volcán Acatenango tiene dos cumbres, el Pico Mayor de 3,976 metros y
el Yepocapa de 3,880, que antaño se conoció como Apocapa que significa “baño de
los muertos”. El complejo volcánico al que pertenecen cumple con todas las
características para considerarse terreno de “alta montaña”: poca vegetación,
terrenos rocosos, arenosos, bajas temperaturas, mayor radiación ultravioleta y
por lo general envuelto en fuertes vientos… ya de por sí, el mal de altura
suele aparecer en algunas personas a 2,500 metros y en el Acatenango estamos
hablando prácticamente de 4,000.
No es de extrañar que una montaña con esas características pueda poner
en aprietos a cualquier persona que pretenda ascenderla si las condiciones
atmosféricas no son favorables, como suele suceder muy a menudo en ese sitio.
El simple hecho de llegar a su cumbre y superar un desnivel de más de 1,600
metros cargando pesadas mochilas demanda un desgaste físico muy grande, tanto
así que si se produce una emergencia la mayoría de personas no estarán lo
suficientemente capacitadas, ni física ni mentalmente, para poder afrontarlo.
El mismo día de la tragedia de las seis personas fallecidas, nosotros nos
encontrábamos en el lugar intentando llegar a la cima del Acatenango con un
grupo de guías voluntarios y dos personas con discapacidad visual, a las que su
ceguera no les ha impedido conocer muchos volcanes de Guatemala. El día
anterior pretendíamos subir a la cumbre para dormir y sentir el amanecer desde
allí, pero al ver las malas condiciones climatológicas cambiamos de plan y
decidimos no hacerlo así, lo intentaríamos subir y bajar en una sola jornada.
Mientras ascendíamos nos fuimos encontrando con cientos de personas que
bajaban en muy malas condiciones físicas y mentales: agotadas, desesperadas,
algunas llorando y varias padeciendo los efectos del mal de altura. Nos
contaban que sus carpas habían sido rasgadas por el viento, muchas de ellas nos
contaron que era su primera vez en una montaña, la mayoría no tenía zapatos
adecuados para realizar esa actividad, algunas ni siquiera tenían ropa de
abrigo suficiente y habían improvisado cubriéndose con los toldos y pedazos de
carpas que el viento había arrancado.
A pesar de que el viento seguía soplando muy fuerte, lloviznaba y hacía
mucho frío, nosotros la estábamos pasando muy bien. Las personas ciegas que nos
acompañaban, Estebe y Pablo, me dijeron que jamás habían sentido ni escuchado
algo tan maravilloso como ese día: Había frío pero nos quitamos los guantes
para acariciar un caballo, para acariciar los árboles llenos de musgos y
líquenes en el bosque nuboso, e íbamos oliendo aquel fresco perfume de los
cultivos y el pinar.
Nos detuvimos justo en el límite del pinar con el pajonal que asciende
las inclinadas cuestas de las “Las Tres Marías”, a 3,500 metros entre la espesa
niebla. Allí ya no había bosque que nos protegiera y quedamos a merced de los
fuertes vientos que soplaban con rachas de más de 100km por hora. Así que
decidimos dar por terminado el ascenso y regresar. No valía la pena seguir, ya
habíamos disfrutado del ascenso y nuestra condición física era óptima, era
mejor aprovecharlo para retornar sanos y salvos.
Lo que pasó a pocos metros de nosotros con dos grupos en especial no se
sabe, hay muchas versiones. Pero evidentemente, por fotografías y testimonios,
no tenían ni la experiencia, ni el material adecuado para afrontar una
climatología tan adversa como la que habían alertado en medios de comunicación.
Pronosticaban 10° en la capital y vientos de
hasta 80km por hora. Sabiendo que la capital se encuentra a 1,500 metros de
altitud, era fácil deducir que en la cima del Acatenango, a prácticamente 4,000
metros, las temperaturas bajarían alrededor de los -5° o quizá menos (el gradiente de temperatura, en condiciones normales, se puede
establecer reduciendo 1° por
cada 154m de altitud ascendidos). Eso, más la humedad de la niebla y la lluvia hicieron
que la sensación térmica fuera aún más baja. No haber acatado la alerta e
ignorado las advertencias resultó irse a meter directamente a la boca del lobo.
Se menciona que alguno había subido un par de veces el volcán. Pero quienes
conocen el Acatenango saben muy bien que cada ascenso a la misma montaña puede
ser muy distinto, y aún conociéndolo cien veces hay posibilidades de
desorientarte y perderse si el clima no está a nuestro favor. Así que poco
pudieron hacer. Presas del pánico, del agotamiento y de los efectos del mal de
altura las decisiones que se toman casi nunca son las más apropiadas.
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El amarillismo mediático se dio gusto durante varios días, invitaban a
expertos montañistas que por lo general salían sólo a dar el pésame y a decir
que a ellos no les pasaban esas cosas porque tienen equipo técnico, sofisticado
y de alta gama. Hablan que sólo se debe practicar montañismo con equipos
técnicos, que en realidad han aparecido muy recientemente en la historia del
montañismo. Pareciera que quisieran diferenciar entre el montañismo que se ha
practicado durante toda la vida y un “nuevo montañismo” elitista que incluso
suena hasta racista como lo han dicho algunos montañistas que se autocalifican
de “profesionales”.
Declaraciones como la de Bárbara Padilla publicada en un video de Prensa
Libre Digital que decía literalmente: “A las montañas no hay que subir con ponchos,
nylons, caites, ni con corte… tampoco es lugar apropiado para realizar predicas
religiosas”.
¿Se le olvida a la señora Padilla que las personas que mejor conocen las
montañas son las personas indígenas y campesinas? Son las personas que usan
ponchos, nylons y que van con cortes, caites, botas de hule o incluso
descalzas, y son mucho mejores montañistas. ¿Quién cree ella que son los
primeros en acudir a rescatar a las personas en las montañas cuando hay problemas?
Precisamente estas personas locales que visten del modo que a ella no le gusta,
son personas que viven de la montaña, la respetan, saben leer el cielo y el tiempo
para pronosticar sus climas y, al estar acostumbradas al trabajo duro del campo,
tienen una condición física formidable.
Además, son estas personas, que no visten “profesionalmente”, las que suben
a las montañas para practicar rituales religiosos desde mucho antes de que
existiera el montañismo como tal. Como dijo mi amiga escaladora y montañista,
Mónica Escalante: “Si los que sobramos en las montañas somos nosotros”.
Padilla quizá desconoce que un “corte” tiene mejores prestaciones que un
pantalón “técnico”, al ser una tela gruesa y resistente que se viste dando de
dos a más vueltas, tienen la misma función que las famosas 3 capas de la ropa
técnica. Al corte, cuando llueve, difícilmente se le moja la capa interior,
manteniendo la temperatura corporal mucho mejor que un pantalón.
De todas las entrevistas que escuché sobre la tragedia me quedo con la
de Jaime Viñals: “Se pudo haber evitado. Era cuestión de tener buen abrigo,
hidratarse y moverse”. Y finalizó diciendo: “Lo importante era salir de allí”.
Una mujer indígena desciende del volcán mientras carga carrizos de maíz. Foto: Evelin Riber, Cumbres y TurismoGT |
A nivel institucional los comunicados dejaban mucho que desear. La
Federación de Montaña, ausente como siempre en temas de montañismo, no es más
que un chiste mal contado a imagen y semejanza del gobierno central. Por parte
de la municipalidad la solución mágica antitragedias se resumió en comenzar a
cobrar por subir el volcán y se fijó un único sitio para acampar, que irónicamente
está en medio de dos cumbres, Pico Mayor y Yepocapa, un collado en el que se estrecha
el terreno facilitando a que se acelere el viento, incluso más que en la
cumbre.
Y así, todos aprovecharon con la tragedia para venderse como “expertos montañistas”, incluso yo lo hice, al haber participado en una entrevista en el canal 13 que, aunque fue aplaudida por muchos, algunas personas la consideraron
de falta de respeto porque yo no di ningún pésame y hablé de lo que nadie se
atrevía hablar: de responsabilidades.
Porque responsables de la tragedia hay más de alguno y no solo culpables
de que hubieran personas fallecidas, sino también de la gran cantidad de
personas que llevaron allí, con tal mal clima pronosticado, a sufrir innecesariamente,
incluyendo niños e incluso dos bebés que vimos en el camino.
Los cientos de grupitos de montaña que hay en redes sociales ofreciendo
actividades “extremas” en montañas se propagan como una plaga. Cada día
aparecen más “guías de montaña” que solo conocen la ruta para llegar pero no
tienen ni el conocimiento, ni las habilidades para conducir a las personas con
seguridad; es más, ni siquiera tienen idea de cómo tratarlas.
Tengo muchos relatos de primera mano, de personas tanto nacionales como
extranjeras, que han pagado por servicios de guiado en montañas y, al no poder
continuar por diversas razones o por no llevar el paso acelerado de los “guías”,
estos les han abandonado a su suerte en el mismo Acatenango. Porque para estos
pseudo guías es más importante llegar a la cumbre y sacarse el selfie que la seguridad de las personas
que les han contratado.
Dicho sea de paso, la gran mayoría son grupitos clandestinos que no dan
factura y que ni siquiera están registrados en ninguna entidad turística ni
gubernamental, pero eso sí, hay que ser justos: están llenando de fotos bonitas
el Facebook…
::::::
Nací en 1976. Crecí en la zona 18.
Para
escapar me fui a probar suerte a las montañas (más de 400 ascendidas en
Europa, África y América). Soy guía de montaña titulado en Europa,
conferencista, galardonado escritor y fotógrafo. Presidente
de Entreamigos-Lagun Artean. Migré a tierras vascas (2009) siguiendo
el amor
|
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Felicitaciones Christian, muy valioso aporte.
ResponderEliminarMuy buen artículo, como decís muchos ven la tragedia como decís pero no responsables
ResponderEliminarSabes muy pocas personas se atreven a hablar de sucesos tan terribles como lo haces tú, como decimos acá, A CALZÓN QUITADO, y si es lamentable la opinión de algunos montañistas que se leen hasta racistas. Y coincido contigo que nuestros indígenas suben el volcán a diario porque ese es su medio de subsistencia deben ir a sembrar y velar sus cosechas, y su orientación y condición es envidiable. Espero que aprendamos de esta tragedia y cambiar el lema de que si no llegas a la cumbre no subiste el volcán, el secreto es disfrutar cada paso y respiro que das. Un abrazo y felicitaciones por tu trabajo bien reconocido, eres un orgullo Guatemalteco.
ResponderEliminarExcelente artículo, felicidades por tan grande aporte
ResponderEliminarExcelente artículo, felicidades por tan grande aporte
ResponderEliminarNo se ha dicho más que la verdad y las palabras de un profesional. Gracias Christian por tan excelente Artículo.
ResponderEliminarme gusto lo que escribió aquí, justamente me identifique mucho con esto "por no llevar el paso acelerado de los “guías”, estos les han abandonado a su suerte en el mismo Acatenango" subi con un grupo que se anuncia en facebook, patadechucho, fatal, en la bajada dos guias vieron que tomamos el camino equivocado y ellos siguieron como si nada, nosotros fuimos a salir por otro lado, olvidaron a un cliente en la carretera y el bus arranco sin el, como medio kilometro despues se dieron cuenta y regresaron por el, muy mal organizado
ResponderEliminaryo solo habia subido volcanes en el salvador y aca no llegan ni a los 2, 400 metros. sin embargo averigue y me informe mucho sobre el acatenango, me mentalize en lo dificil que seria, en la temperatura etc. y asi mismo me prepare con ropa adecuada consejos de amigos etc e igualmente indage sobre las condiciones climatica para la fecha que fue el 17 de diciembre. esto de subir los volcanes se debe tomar muy en serio.
ResponderEliminarHola Christian, me podrías indicar en donde puedo encontrar el reporte o comentario de Bárbara Padilla por favor, no lo encuentro...
ResponderEliminarEl video original lo eliminaron de varias páginas, pero quedó una copia en este enlace https://youtu.be/T1jU51mKNtk
EliminarMi humilde opinión es que es bastante atinado lo que ha escrito acá, sin embargo creo necesario que aunque sea de segunda se puede adquirir equipo sí se desea practicar el montañismo aunque no sea como profesional, subí el de Fuego y Acatenango en diciembre del año pasado, soy aficionada aclaro, basandome en esas experiencias, bajo asesoria de amigos profesionales, investigación y lectura en el tema, se aconseja entonces contar con el equipo mínimo y los conocimientos requeridos para atender emergencias sin confiarse del guía que como cualquier humano puede errar, también debe uno ser consciente que viaja bajo su propia responsabilidad, montañismo no es el camping en el jardín como muchos erróneamente creen, la otra cuestión lamentable fue como los otros fallecidos que no eran atletas fueron ignorados por los medios de comunicacion por no ser "importantes" asi como el hecho de que la magica solucion como dice aca para evitar mas tragedias es cobrar e imponer guía, depende de la perspectiva como se vea esto último.
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