¿Somos racionales? Una niña de ocho años se echa encima un bidón de
gasolina, luego se prende fuego porque quiere ser fea para que así la dejen de
violar. ¿Acaso la niña del napalm huyendo de la estúpida guerra de Vietnam no
nos conmocionó lo suficiente?
Kim Phuc (al centro, desnuda) era una habitante de la localidad de Trang Bang, Vietnam. El 8 de junio de 1972, aviones de las fuerzas del sur (EE.UU. y Vietnam del Sur) lanzaron bombas de napalm sobre el poblado, el cual estaba ocupado por el Vietcong. El fotógrafo de la Associated Press (AP), Nick Ut, ganó un Premio Pulitzer por la imagen. Foto: Zona J |
Hoy dolemos todas donde la paridad es vetada por
consideraciones miserables que siguen poniendo en duda el intelecto femenino.
Hoy otro hombre se convierte a una religión machista y nace una esposa sumisa.
Así se perpetúan las mismas tradiciones violentas. Hoy una niña más en el área
rural se casa porque la vendieron sus padres. Hoy algunas mujeres se burlan de
las mujeres víctimas de Sepur Zarco porque las consideran “indias”. Hoy se
pretende dormir tranquilos y a nadie le importa nada. Hoy se cierra la página
web donde aparecen las noticias de muertos y víctimas de la guerra y se
sintoniza las Kardashian en el televisor. Ahora, en este mismo momento, hay
mujeres desapareciendo “mágicamente”, muriendo “mágicamente" porque al
humano no le importa. Nada importa.
Hoy se niega el derecho a la educación, a tener una
voz, a moverse libremente, a pensar. Hoy escuché a un hombre decir que lo que
necesitamos es que los militares vuelvan al poder cuando sabemos que por siglos
han sido los perpetradores de los regímenes de violencia más aberrantes. Hoy ni
siquiera sentirse indignado es suficiente. Hoy otra niña más, de forma
voluntaria, se mueve ante los hombres para que aplaudan sus curvas. Hoy la
humanidad me da asco.
Por siglos nos han hecho esto que somos. Tenemos
millones de muertos para que aumente el capital de unos cuantos. Hoy vemos la
aberración con naturalidad, ni siquiera los animales se hacen lo que nosotros
como humanos nos hacemos los unos a los otros. Hoy se aplauden las ganancias de
las empresas que destruyen el planeta. Buena parte de la humanidad está muerta,
camina hipnotizada ante los regímenes de supervivencia impuestos. Se pretende
que la persona subsista como pueda por menos del salario mínimo, que es una
forma de esclavitud moderna. Se transita día a día cegado entre el tráfico de
la hora pico y la televisión de consumo de la noche. “Sabemos más” pero todo
nos importa menos. Ahora, en este momento, un humano se come una especie en
peligro de extinción con un poco de sal y sin una pizca de remordimiento. Hay,
en el menú del día, decapitaciones, torturas y barbaries.
Hace un par de días, la noticia de impacto fue que un
niño de cinco años había sido violado por varios presos cuando la madre lo
llevó a visitar a su padre, quien es convicto por violar a sus dos hijas.
Alguien explíqueme: ¿acaso el falo es el elemento más importante del hombre?, porque la utilización de su cerebro queda en tela de juicio. Esto también
sucede en mi país pero es el día a día en todo el mundo, todo el tiempo, todos
los años, por siglos en el transcurso de las eras y lo hemos encarado con
desidia; hoy tras hoy por siempre.
Alguien que me dé una buena razón por la que una niña
de ocho años embarazada, evidentemente por violación, no puede abortar. Una
sola razón. No, no la hay. Este mundo está plagado de cínicos. Que alguien me
explique, con sensatez, la diferencia de dioses que hay entre esta niña de ocho
años, la que se quemó para que la dejaran de violar y tus hijas, o la siguiente
duquesa. ¿Acaso no todos merecen la misma dignidad? Que alguien me explique por
qué la torturada, la abusada, la maltratada, la pobre, la no nacida, la
presidenta, la reina de belleza, tu madre, la empleada doméstica, la cajera, la
artista y todas no merecemos lo mismo… Todos merecemos lo mismo.
Hoy absorbo el esmog correspondiente del día, veo esta
humanidad transitar buscando en objetos lo vacío de sus cuerpos. Me pregunto,
¿cuánto podré quejarme? Leo en el Facebook: “Ser mujer en Guatemala es ser una
sobreviviente”. Tiene razón, y me enojo por las que no sobrevivieron, y no sólo
en este país sino en el mundo. Me enerva que no hayamos aprendido y me vuelvo a
indignar. Por eso trato y trato de pensar en un término mayor que ´indignarse´
porque tanto dolor no me cabe en el cuerpo. Luego, sólo tengo la posibilidad de
indignarme porque la humanidad no ha creado el vocablo correcto, aunque sí
tanta maldad.
Hoy sólo me queda indignarme ante la muerte de Rogelia
Cruz y la de miles de mujeres que pelearon por un mundo justo. Hoy me indigno
ante el hecho de que se produzca suficiente comida para la humanidad, pero esta
no genere ganancias y por eso no sea repartida. Hoy me enojan los millones
desperdiciados en guerras estúpidas ante la mano decrépita de un niño que lleva
días sin comer; me sigue indignando que en el basurero de muchas ciudades, como
en el de la zona 3 de Guatemala, hayan niños con deficiencias mentales porque
comen moscas. Esto me enferma más aún. Me enrabio conmigo ante la incapacidad
de cambiar algo, ante las fronteras ficticias de la geopolítica, ante la
capacidad de despojo de un humano frente a otro por la violencia, ante la
perpetuación de la desigualdad entre mujeres y hombres, entre etnias, entre estratos
sociales, entre planteamientos políticos, ante lo que significa que haya un
harapiento y un despojador. Por eso lloro, y quisiera incluir todos los
vejámenes de la humanidad en este texto y no tengo las fuerzas suficientes
porque son demasiadas las acciones malévolas entre humanos.
Sin embargo, en contraposición a la inquina, el humano
es tan capaz de crear lo más magno en este tiempo, de comprender cómo funciona
el universo y me admiro. Aun así, por más que piense en toda la belleza que se
ha creado en la historia de la humanidad, no la puedo contraponer ante las
lágrimas de sangre que han sido derramadas. Alguien, quien sea, que me explique
de forma coherente qué se puede hacer. ¿En dónde está el botón de reset?, ¿en
dónde la historia del tiempo no tiene por qué afectarnos? Y, al final, hago, me
levanto y lucho contra todo y muestro lo pequeño que somos, lo increíble que
hay ante nosotros, en esta esquina y en esta otra. Me deshago de todo, por
momentos, con el afán de crear algo que nos haga parar un segundo para
contemplar este instante, aunque no pueda hacer nada más allá...
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Andrea Torselli TRAZOS DE LUZ
Máster en Administración de Empresas con estudios en Ciencias Políticas. Fotógrafa profesional |