Foto: Roque Estrada |
Ahora que el viento te trae de vuelta, con aeropuertos en cada mirada,
con un rostro que atropella inviernos y con treinta nueve tristezas incrustadas
en el pecho.
Ahora que por fin el verano ha secado mi almohada, que descansa otra cabeza en el lado izquierdo de mi pecho y que estoy siendo feliz, acariciando otra espalda.
Ahora que por fin se ha ido el apetito de tu cuerpo y que me despierto haciendo fiesta en la cama, que salgo bien arreglado los fines de semana y que dejo tu recuerdo encerrado en el cuarto.
Ahora que salgo por fin del laberinto, aquel en el que me dejaste abandonado. Ahora que quiero dormir solo y vos querés dormir a mi lado porque decís que te gusta terminar despeinado.
Ahora que por fin ya no me dueles, que te olvido tan fácilmente, que mis ojos ya no se clavan con los tuyos y que mi excitación es nula cuando pienso en tus muslos, tu cintura y tus pestañas.
Ahora que ya no me humedeces como antes, ahora que para mí el antes ya no existe, que he aprendido a defenderme de la lluvia y que por fin ha empezado el verano.
Ahora que tu respiración se ha vuelto arrítmica, que tu ansiedad crece y no se detiene y que ahora ni tu sudor te entiende, ahora sabés bien que sos dinamita pero que nadie te enciende.
Ahora escucho a Sabina y no te siento, leo por las noches a Pizarnik y Pessoa y no entristezco, he dejado las drogas y también he tirado por el balcón todas las pastillas para no dormir.
Ahora que ya no me importa tu “¿a dónde vas?”, ahora que no tiene caso tu “ahora vuelvo”.
Ahora comprendí que soy un rio, un mar, un océano y yo no me daba cuenta...
Ahora que por fin el verano ha secado mi almohada, que descansa otra cabeza en el lado izquierdo de mi pecho y que estoy siendo feliz, acariciando otra espalda.
Ahora que por fin se ha ido el apetito de tu cuerpo y que me despierto haciendo fiesta en la cama, que salgo bien arreglado los fines de semana y que dejo tu recuerdo encerrado en el cuarto.
Ahora que salgo por fin del laberinto, aquel en el que me dejaste abandonado. Ahora que quiero dormir solo y vos querés dormir a mi lado porque decís que te gusta terminar despeinado.
Ahora que por fin ya no me dueles, que te olvido tan fácilmente, que mis ojos ya no se clavan con los tuyos y que mi excitación es nula cuando pienso en tus muslos, tu cintura y tus pestañas.
Ahora que ya no me humedeces como antes, ahora que para mí el antes ya no existe, que he aprendido a defenderme de la lluvia y que por fin ha empezado el verano.
Ahora que tu respiración se ha vuelto arrítmica, que tu ansiedad crece y no se detiene y que ahora ni tu sudor te entiende, ahora sabés bien que sos dinamita pero que nadie te enciende.
Ahora escucho a Sabina y no te siento, leo por las noches a Pizarnik y Pessoa y no entristezco, he dejado las drogas y también he tirado por el balcón todas las pastillas para no dormir.
Ahora que ya no me importa tu “¿a dónde vas?”, ahora que no tiene caso tu “ahora vuelvo”.
Ahora comprendí que soy un rio, un mar, un océano y yo no me daba cuenta...
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Roque Estrada ÍGNEO Escritor de poesía y prosa romántica. Montañista guatemalteco con estudios en Psicología Clínica y Psicoanálisis |
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