Foto: Another
brick in the wall (1979), Pink Floyd
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POR LENINA GARCÍA
Ese día entré a
la tienda y saludé a Gumercinda. Pedí como de costumbre el pache del jueves y
sin proponérnoslo el tema de conversación fue la Semana Santa. Gumercinda me
preguntó sobre mis planes para estas fechas. Le dije que simplemente quería
descansar y evitar las aglomeraciones. Ella me contó que viajaría para “su
tierra” a visitar a su abuela. Después, me contó que en el instituto donde
estudia los básicos solicitaron a todos los alumnos participar en un Vía Crucis
de forma “obligatoria”. Me confesó que jamás había participado en un acto así.
Veía que todos se hacían una cruz en la frente y ella no sabía si hacer lo
mismo. Rezaban oraciones que desconocía. Se sintió incómoda. Entonces nos
quedamos hablando un par de minutos sobre el tema. Así fue como supe que su
familia era protestante y que ella aún no sabía “qué era”.
Los colonizadores
del pensamiento
¿Vía Crucis en un
instituto público? ¿Religión en las aulas, cuando desde 1871 se dio la separación
Iglesia-Estado?
En distintos
momentos de La historia de la educación de Guatemala, algunos gobernantes modificaron
la ley para que la educación tuviera influencia religiosa. En 1852, Rafael
Carrera aprobó la Ley de Pavón en la cual “se esfuma la libertad de enseñanza y
se instaura la educación de tipo confesional”[1]. En 1954, con la
Contrarrevolución del Gobierno del general Castillo Armas, “se incluyó la
educación religiosa, resquebrajándose así el principio de laicidad”[2]. Inclusive, en el año
2016, el diputado Marvin Osorio impulsó la aprobación de una Ley para promover
la lectura de la Biblia en las escuelas aduciendo que eso ayudaría a reducir
los problemas que hay en el país. Y por qué no decir toda la influencia de la invasión
española, en la que se sometió a las poblaciones indígenas a modificar sus
creencias por la vía violenta y convertirse al Cristianismo.
No es casualidad que en pleno siglo xxi aún
existan sectores del país que quieran
utilizar la escuela como un espacio para colonizar la mente de la población. Nuestra
historia está marcada por cicatrices de violencia y sometimiento.
¿Puede aprender
un niño o niña con el yugo colonizador de alguien? ¿En qué momento le preguntan
a un joven en qué cree, cuál es su concepción del mundo? ¿Acaso las más grandes
guerras no se han provocado por fundamentalismos religiosos?
Lee también: “Fe (o cómo ateos y religiosos hacen paz en escuelas)”
¿Por qué una
educación laica?
La tarea de la
escuela no es enseñar una sola corriente de pensamiento a los niños y niñas. Su
misión es promover una cultura universal que responda a los más altos
principios éticos, humanos y científicos. Tener una mirada amplia y no
“absolutista” de la realidad le dará a la niñez y juventud las herramientas
para fortalecer el respeto, el diálogo, la libertad de expresión.
Guatemala cuenta
con una amplia legislación que hace énfasis en la importancia de una educación
incluyente y diversa.
Un referente de
ello es la Reforma Educativa, que
nace del seno del Acuerdo sobre Identidad
y Derechos de los Pueblos Indígenas y se concibe como “un proceso político,
cultural, técnico y científico que se desarrolla de manera integral, gradual y
permanente e implica transformaciones profundas del sector y sistema
educativos, de la sociedad y del Estado”.[3]
Entre esas
transformaciones se plantea: “Incluir en
los planes educativos, contenidos que fortalezcan la unidad nacional en el
respeto de la diversidad cultural"[4]. En el Marco Filosófico de
la misma, contempla: El reconocimiento y valoración de Guatemala como Estado pluriétnico y multilingüe que refleje
la diversidad cultural y responda a las necesidades y demandas sociales de sus
habitantes.
No se puede
hablar de democracia o de respeto a la diversidad cultural, mientras en la
escuela se siga homogeneizando el pensamiento de los niños y niñas. Guatemala
cuenta con 4 culturas distintas (Maya, Ladina, Xinca y Garífuna), la mayor
parte de la población es indígena y se cuenta con más de 22 idiomas mayas. La educación debe responder a ese contexto
diverso y plural y no solo a un pensamiento ladino y judeo-cristiano.
Es inconcebible
que en la actualidad se sigan repitiendo esos patrones de la Época Colonial,
donde el maestro obligue a los estudiantes a profesar o practicar alguna
religión. Por eso la importancia de una educación laica, que defienda la
libertad de conciencia, lo cual no es sinónimo de anti-religión, sino de
separar lo público de lo privado.
Como diría el
Comandante Marcos: “El mundo que queremos es uno donde quepan muchos mundos. La
patria que construimos es una donde quepan todos los pueblos y sus lenguas, que
todos los pasos la caminen, que todos la rían, que la amanezcan todos”.
De-colonizar la
educación
Después de
escuchar a Gumercinda sobre su experiencia en el instituto, le dije que viera
el lado positivo de las cosas y que se quedara con el aprendizaje de haber
conocido parte de la religión católica y los ritos que practican, ya que tienen
una forma peculiar de arte y cultura. Gumercinda frunció el ceño y me preguntó:
“Pero entonces, ¿quién es Dios?”. Sin saber exactamente cómo reaccionar, le
dije: “Durante toda la historia, el ser
humano ha tratado de darle un nombre a “eso” que no puede explicar. “Eso”
es una energía, un sentimiento, una especie de fuerza que habita en nosotros y
en la naturaleza. Algunos le llaman Dios, otros Ajaw (…) Lo importante no es
cómo se llame, sino que vos encontrés una forma personal de conectarte con esa
energía. Quizás nunca sepamos quién es Dios realmente, pero para eso existen
las preguntas. Y por favor, nunca dejés de hacértelas...”.
[1]González Orellana, Carlos (2007).
La Historia de la Educación en Guatemala. Guatemala. Editorial
Universitaria. Pág. 161.
[2] Ibídem. Pág. 417.
[3] Comisión Paritaria de Reforma Educativa (1998). “Diseño de Reforma
Educativa”. Guatemala. Pág. 59.
[4] Acuerdo sobre Identidad y Pueblos Indígenas (1995). México D.F.
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