miércoles, 23 de diciembre de 2015

Navidad (¿desde octubre?)

POR CHRISTIAN RODRÍGUEZ



La Navidad es una de las celebraciones más importantes a nivel mundial, aunque cada país la celebra de distinta manera y con distinto significado, acorde a sus propias culturas. 

Ya en la Antigüedad, estos últimos días de diciembre por todo el mundo se celebraba algo importante que coincidía en la mayoría de los casos con el solsticio de invierno, mucho antes de existir la Navidad cristiana propiamente dicha. 

Los romanos, por ejemplo, celebraban el nacimiento de Apolo, dios que identificaban con el sol y la luz de la verdad; los escandinavos, por su parte, celebraban el nacimiento de Frey, dios nórdico del sol naciente, la lluvia y la fertilidad; los aztecas también andaban de celebración en esas fechas con el advenimiento de Huitzilopochtli, dios del sol y de la guerra. 

Evidentemente, los cristianos, en un intento por destrozar estas fiestas antiguas que consideraban “paganas”, eligieron celebrar en ese día el nacimiento de Jesús, y aunque la fecha no la tenían bien clara, no dudaron en confiar a sus buenos publicistas la empresa de reemplazar todas estas tradiciones antiguas. 



Hoy en día, gracias a esos buenos publicistas, la Navidad se celebra incluso en países donde el cristianismo ni siquiera es importante como por ejemplo Japón, que con menos del 2 por ciento de la población cristiana celebra la Navidad con impresionantes adornos navideños por las calles, comiendo pollo, pastel navideño japonés y dándose regalos aunque no en familia, sino más bien en pareja, porque la Navidad japonesa tiene más parecido con el Día de los Enamorados que con el nacimiento de Jesús; personaje del que tal vez jamás han escuchado hablar. 

Los regalos para niños y niñas no pueden faltar en ninguna celebración navideña, y aunque en Japón cada vez se ven más Santa Clauses de ojos rasgados, quien da los regalos en ese país es Hoteiosho, un monje budista de los siete dioses de la buena suerte. 

En Italia, los niños esperan a la bruja Befana; en el País Vasco esperan al carbonero Olentzero; en Rusia a Ded Moroz o ´Abuelo del Invierno´. O el controversial Zwarte Piet holandés, del que cuenta la tradición que si te portas bien te llevará chocolates, pero si te portas mal te mete en un costal y te manda a España de castigo.

Pero mi personaje navideño favorito es sin duda alguna el Tió de Nadal de Cataluña, que es un tronco al que los niños y niñas deben alimentar durante semanas para que el día de Navidad y a golpe de palo, hay que hacerlo cagar regalos. Mientras más comida le den, más mierda será convertida en juguetes y ropa infantil...

Zwarte Piet (Pedro el Negro), personaje navideño tradicional de Holanda

Gran alegría traen esa última semana de diciembre en casi todo el mundo. Pero en Guatemala, como siempre, y haciendo alarde de lo absurdo, celebran la Navidad… ¿desde octubre?

Aún no era invierno en Guatemala, nunca lo es realmente porque recuerden esto: “País de la Eterna Primavera”. Hacía bastante calor, pero había símbolos de un "blanco invierno" por todas partes. En los centros comerciales habían grandes árboles navideños y muñecos de nieve bien abrigados; en el Parque Central, ya todo estaba listo para que los vecinos se pusieran a patinar en las pistas de hielo, pero como allí sólo llega la chusma, les hicieron una pista de hielo VIP en Paseo Cayalá para asegurarse de que lleguen los pocos que la pueden pagar. 

Estos muñecos de nieve con gorro y bufanda estaban por todos lados. En los centros comerciales de la capital, en las municipalidades de cada pueblo y en los moteles de Zacapa y Chiquimula. Pero claro, los tienen que hacer de plástico, así como la misma Navidad consumista donde afloran artificialmente los "buenos deseos". Lo único natural que quiere la gente en Navidad es un árbol, para continuar con la deforestación de nuestras montañas.

Las navidades guatemaltecas a mí me traen muchas cosas tristes, y no sólo me las trae, sino que me las restriega en la cara.

Por ejemplo, a mí no me gusta el árbol navideño guatemalteco porque en lugar de estrellita tiene la figura de un gallo cervecero. Me da pena ver a niños y niñas ilusionados con un ícono cervecero, pidiéndole deseos de paz y felicidad. Están en cada plaza de los pueblos para llevar esperanza embotellada a jóvenes y adultos para que se emborrachen sin miramientos, porque si no es en exceso no vale la pena beber, y por eso las venden de a litro. Es triste que muchas de estas personas terminarán haciéndole añicos las navidades a otras, golpeándoles física y emocionalmente; a esa niñez, a esas familias, a esos amigos… dispararán al aire y algunos directamente, porque están felices y hay que hacer bulla. Alguno que otro hizo tantas gracias, que con sólo dos cervezas, según dice, no logró darse cuenta que había atropellado a un ciclista y lo dejó ahí, tirado en la carretera como si hubiera arrollado a un perro.

Me dan rabia las luces Campero. No cabe duda que es un espectáculo impresionante y emotivo que logra sacarle las lágrimas a cualquiera. Pero en casa, en esos días, mi hermano como trabajador de la empresa se ve obligado a vender números de una rifa para obras benéficas porque el dinero no lo da la empresa, ¿o qué creían?, ¿que los dueños y gerentes realmente tienen ese sentido de caridad? Esos Q400 que cuesta el talonario, los tienen que conseguir cada trabajador, independientemente de que trabajen atendiendo mesas, repartiendo producto o sentados en las oficinas… Todos tienen que reunir ese dinero, o de lo contrario se lo descuentan de su sueldo. Cada año le compramos los números para que él no tenga que pagar esos Q400, que buena faltan nos hacen. 

Detesto la Navidad cuando veo a mi madre, que en cualquier otro país ya estuviera jubilada, pero que en Guatemala está trabajando en un quiosco de la Plaza Cemaco de 9 de la mañana a 11 de la noche, ¡14 horas!, todos los días y sin descansos, sin tiempo para comer o ir al baño porque le llaman la atención, y lo que es peor: sin pago de Seguro Social. Pero sus jefes, tan lindos, como es época de Navidad en Guatemala (noviembre), le ofrecieron una canasta navideña en diciembre.

Así que, aparte del hecho de ser ateo, tengo muchos otros motivos para no celebrar la Navidad, pero también los tengo para hacer lo contrario… Hacer el árbol o el Nacimiento con la familia, comer todos juntos, intercambiar algún regalito o un detalle nada más, compartir y esperar las doce para dar el abrazo entre la cohetería. Fuera de todo comercialismo, la Navidad es la unión de muchas tradiciones mezcladas durante siglos y milenios. Muchas no tienen nada que ver con el supuesto acontecimiento religioso; el motivo principal de la Navidad a nivel mundial es la convivencia familiar.

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Christian Rodríguez      DE SIMAS Y CIMAS 


Nací en 1976. Crecí en la zona 18.
Para escapar me fui a probar suerte a las montañas (más de 400 ascendidas en Europa, África y América).
Soy guía de montaña titulado en Europa, conferencista, galardonado escritor y fotógrafo. Presidente de Entreamigos-Lagun Artean. Migré a tierras vascas (2009) siguiendo el amor. 
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1 comentario:

  1. Muy crudo, pero a la vez, muy acertado. Al final, para todo el que no profesa la fe cristiana, (como es mi caso) si no decide ignorarla por completo, la navidad debiera ser una época para compartir con la familia. Todo lo demás: explotación laboral, consumismo y la ingesta descontrolada de alcohol, son reflejo de la sociedad enferma en que vivimos.

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