viernes, 11 de diciembre de 2015

Guatemala… vive la aventura.

POR CHRISTIAN RODRÍGUEZ



Cada vez que viajamos a Guatemala, la emoción nos invade, y a pesar de que conocemos bastante bien el país, siempre nos sorprende de alguna manera: tanto para bien como para mal. 

Fotos de Christian Rodríguez
Hemos regresado muchas veces a Guatemala desde diferentes destinos y con diferentes líneas aéreas. Alguna vez con más de 4 escalas para ahorrarnos hasta el último centavo. En esos saltos y largas esperas entre aeropuerto y aeropuerto, y no importando si es entre Bilbao-París, París-México, Miami-El Salvador o Panamá-Guatemala, siempre, en cada uno de los vuelos, nos bombardean con publicidad turística para visitar Centroamérica; específicamente Costa Rica, porque es un país que ofrece, aparte de naturaleza, la garantía de que es seguro porque no tienen ejército, y ya con ese detalle se ganan la admiración de todo el mundo y quieren conocer Costa Rica. 

Pero nuestro destino es diferente. Guatemala es un país que tiene miles de cosas que ofrecer y es mucho más interesante que los países vecinos. Sin embrago, por el simple hecho de ser uno de los países más militarizados de la región, el turista precavido prefiere evitarlo. Aparte de ello, no vemos información sobre Guatemala por ningún lado. Pareciera que el país simplemente no existiera en los medios de comunicación globales. No es un destino turístico al que el viajero se sienta invitado. 

Poco se sabe de Guatemala en el extranjero. Les sonará la imagen de Tikal, tal vez, pero se confundirá con alguna pirámide maya o azteca en México; el lago de Atitlán no es tan famoso como el Titicaca y el castillo de San Felipe ni siquiera les parece un castillo. Seguro habrán visto en algún documental o revista los bellos y coloridos trajes típicos, pero no se sabrá distinguir si son de Santa Cruz del Quiché, de Santa Cruz de Bolivia o de Luang Nam Tha, Laos.

En el avión, los pocos turistas que se animan a conocer este país tan misterioso y lejano están emocionados. Quieren descubrir con sus propios ojos este pequeño y exótico lugar. 

Desde la pequeña ventana, vemos esas estupendas vistas de enormes lagos, verdes montañas y enfurecidos volcanes. Algunos de ellos escupen nuevas y fértiles tierras. Los turistas intentan adivinar cómo se llaman estos volcanes de Guatemala, pero no saben que aún volamos sobre Costa Rica (¿o es Nicaragua?). Da igual, al final todos se parecen. 

El paisaje no cambia mucho cuando por fin aterrizamos en el “país de la eterna primavera”. Llegamos al final del pasillo y nos dan una pequeña bienvenida en una cabina con información. En ella ofrecen cambiar dólares o euros al precio más absurdo posible, casi un robo, y antes de que digamos que no, nos advierten que afuera habrá delincuentes acechándote, que no te vean cambiando dinero en un banco o en la calle porque te van a robar... Eso nos dijeron justo antes de pasar por Migración y como quien dice: “No siga y váyase a otro país cuanto antes”. Así es la bienvenida que te dan en Guatemala… 

Pero somos valientes y cruzamos la línea. Además, tenemos familia y amigos que nos esperan a afuera. Un amable señor se acerca a ayudarnos con el equipaje, seguro le dimos pena al vernos cargar con una nena, un bebé en brazos, varias mochilas y un par de maletas. Pero no, no era pena. Su ayuda era a cambio de dinero, si no, nanai... a hacerle ganas. 

Así que cargados con todo como pudimos, nos dirigimos a la puerta. Hay varios soldados vigilando cada uno de nuestros movimientos y no mueven ni un dedo (y mejor que no lo hagan, porque lo tienen rozando el gatillo de sus armas).

Mi hija jamás había visto un arma, mucho menos a un soldado con severenda metralleta. Mi hija, en su inocencia, me pregunta por el “disfraz” de estas personas. Preferí no responderle enfrente de ellos para no volver a tener problemas como en Miami, cuando se nos echaron encima los policías cuando mi hija, con dos añitos, tocó la bandera de Estados Unidos (como si ellos no usaran su bandera hasta en los calzoncillos...).  

El olor a smog es intenso en la ciudad, pero no tanto como el olor a cigarrillo en España. Nos esperan interminables filas de carros. En ningún otro país hay tanto tráfico. Esperar…   

El taxista no conduce, timonea a diestra y siniestra y si ve a conductores que se toman la cosa con más precaución, les señala o bocina llamándoles “tarados”.

Mi esposa, al no ser guatemalteca, siempre intenta tomar las medidas de seguridad mínimas. Pregunta al taxista por el cinturón de seguridad y él responde que los quitó porque son "peligrosos”. Mi esposa no lo entiende, los cinturones de seguridad están diseñados para lo que su nombre indica: seguridad. Pero el taxista se las sabe todas y se lo aclara: “A dos compañeros míos los ahorcaron con los cinturones de seguridad. ¿Usted no es de aquí, va? ¡Bienvenida a Guatemala!”.

La familia, los amigos, los vecinos… todos nos reciben con mucho cariño, se acuerdan de nosotros y nos dan regalitos para los pequeños. Varios nos han contado que ahora se vive mejor en el barrio. Dicen que allí, en la zona 18, la cosa está más tranquila desde que mataron a aquel o aquella; a los que se encargaban de extorsionar o de matar a aquellos o aquellas, a los que se lo merecían… 

En Guatemala, se habla de asesinatos como si se tratara de comprar tortillas. Les parece algo normal. Yo lo veía así cuando vivía allí. Ahora me parece una aberración. Pero la gente está preocupada por nosotros, nos dicen que tengamos cuidado al volver a Europa porque en Francia hubo un atentado y mataron a un montón de gente. Les recordamos que en Guatemala se asesina a un promedio de 17 personas diarias, siendo así uno de los países con más asesinatos del mundo. Sólo en nuestro barrio, ellos mismos nos contaron de 4 vecinos asesinados en un solo año, pero son incapaces de verlo. Creen que todo el mundo es igual y dan gracias a Dios porque Guatemala está “bendecida”. Esto es muy triste, realmente.

La aventura no tiene límites en Guatemala. La acción está por doquier. Pero no me refiero a lanzarse en el canopy instalado en cada parque ecológico, ni de escalar algún volcán… Me refiero a la adrenalina de estar en una ciudad entre automovilistas, taxistas y camioneteros que manejan como suicidas a pesar de que llevan calcomanías que dicen: “Dios me guía”. Y si vas a pie, es más peligroso aún: esquivando bólidos que no respetan ni los pasos de peatones, o vas con aquella sensación de que cualquier otro peatón te puede sacar un arma y robarte. Y peor aún: intentamos apartarnos de las puntas de tantas armas de soldados en las calles como si estuviéramos en guerra; policías y guardias de seguridad que están dispuestos a dispararte si te atreves a robarte un chicle.
 
Y así transcurren los días de nuestra visita a Guatemala; de emociones fuertes unas tras otras. Queríamos tranquilidad y la conseguimos al trasladarnos fuera de la capital. Buscamos lo menos turístico posible en pequeñas aldeas y montañas. Ha sido en esos momentos donde disfrutamos de las aventuras de un país sorprendente. 

Caminamos entre la milpa que nos sobrepasaba por 3 ó 4 metros de alto. Nos dirigimos a una presentación especial de música maya (sólo están invitados los de la comunidad y nosotros). 

Caminamos entre verdes montañas donde aún los niños y niñas que las habitan salen a jugar con insectos, rocas y palo, y me pidieron que les vuele un barrilete hecho de una bolsa de plástico de La Despensa Familiar. 



Nos sacamos fotos después, caminamos entre el río y vemos a unos niños encendiendo un fuego; van a cocinar un pescado que sacaron del río y saltan desde una piedra muy alta hacia la poza de agua. Son niños y niñas de entre 6 y 8 años. Subir la montaña con personas ciegas fue toda una experiencia. En esas fincas nos encontramos a unos patojitos que se acaban de robar unas sandías para obsequiárnoslas…


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Christian Rodríguez      DE SIMAS Y CIMAS 



Nací en 1976. Crecí en la zona 18.
Para escapar me fui a probar suerte a las montañas (más de 400 ascendidas en Europa, África y América).
Soy guía de montaña titulado en Europa, conferencista, galardonado escritor y fotógrafo. Presidente de Entreamigos-Lagun Artean. Migré a tierras vascas (2009) siguiendo el amor 

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